- - Rojo, rojito camarón.- dije fingiendo calma. El
teatro terminó rápido, no podía estar calmada porque ardía muchísimo.
La piel enrojecida se extendió, sobrepasando la soga que me
oprimía el cuello. Estaba usando la aplicación del espejo de mi celular. La
pantalla se volvió negra para volverse a encender. Apareció un anuncio que
cubría la mitad de la pantalla: “batería baja. Por favor recargue su teléfono”.
Se apagó y encendió un par de veces hasta que la pantalla quedó negra.
-
- Carajo. – arrojé el celular a la cama.- No te
preocupes Julia. Pronto acabará todo.- me consolé a mí misma.
Mis pies se tambalearon en la banca.
¿De verdad quiero hacer esto?
De inmediato respondí esta pregunta estúpida.
Claro que sí.
No hay otra salida.
-
-Adiós Julia, fue un gusto conocerme.
- -¡Juliaaaaaaaaaa…! Ya estoy en casa.- esa forma
de gritar tiene nombre y apellido: Sofía Navarro, mi hermana menor. – ¿Me
puedes ayudar con la tarea de historia? Se
lo mucho que te gusta la historia así que…
-
- - En un momento.
En un momento seré historia.
-
- Suenas raro, ¿Te encuentras bien?
La preocupación de mi hermana hacia mi hacen que mis ojos
vomiten lágrimas. La presión de la soga, sumado con varias flemas acumuladas, hizo que mi voz
sonara rara. Cuando no tengo una soga en la garganta suelo tener una voz muy
bonita.
Sin ningún aviso Sofía abrió la puerta de mi cuarto.
-
- ¡Espera!.- grité. Pude escuchar mi voz, sonaba
como un enanito fumador de 60 años.
Una razón más para morir.
Sofía entró y vio a su hermana mayor parada en una silla con
una soga en su cuello, con sus pies moviéndose nerviosamente. A punto de
saltar.
Los labios de Sofía quedaron abiertos un par de centímetros.
Quería decir algo pero las palabras estaban en las profundidades de su mente y
le costaba mucho pescarlas.
Aun así atrapó un par.
-
- - ¿Qué estás haciendo Julia? – me preguntó
inocentemente. A sus catorce años debe saber lo que es un intento de suicidio,
¿No es lo primero que te enseñan en la escuela?
- - Tu. Que. Crees.- le respondí disgustada. Quería
que me dejara sola con mis problemas.
-
- - ¿vas a suicidarte?
-
- - Es solo una etapa entre la adolescencia y la
adultez. A ti también te pasará muy pronto. Vete ya, que quiero arreglar mis
problemas de pre-adulta.
Nos quedamos en silencio.
-
- ¿Por qué? ¿Por qué quieres hacerlo?
Le conté todo, bueno casi todo. Que la tristeza atacó mi
alma y que las ganas de vivir se fueron esfumando poco a poco hasta que solo
quedó un caparazón vacío.
No le conté que todo comenzó el 28 de septiembre del 2016.
El día que nos notificaron la muerte de papá.
Hice una mueca de resignación. Como una maestra que le
enseña la misma ecuación por quinta vez a su alumno menos brillante.
- - Mira, todas las respuestas están en el primer
cajón de mi cómoda.
Sofía abrió el cajón. Sacó una hoja de papel y la leyó.
-
- Compra leche, huevos y jamón para la cena. Te
quiere mamá. – Me miró fijamente a los ojos y añadió.- Hunter Thompson se
suicidó porque le dolía una muela.
-
- Eso no, me refiero al libro anillado de color
rojo. Yo misma lo escribí.- lo dije creyéndome la mejor escritora de todos los
tiempos.
Sofía se puso a leerlo.
- - No hagas nada hasta que haya terminado.
- - No te preocupes. Aquí te espero.
Sofía me prestó su celular para distraerme. Estuve viendo
videos en YouTube hasta que perdí el interés. Sofía tenía muchos juegos pero
terminé eligiendo el que más me gustaba: Candy Crush.
Me sorprender lo rápido que Sofía lee. Ha pasado una hora y
ya leyó 50 paginas. Yo me habría tardado unas tres horas. No tengo la
suficiente concentración para leer por más de diez minutos seguidos. Gracias a
mi celular esos lapsos de 10 minutos son cada vez más escasos.
En mi testamento, que estaba en mi bolsillo, había escrito
que quiero que me entierre con mi celular. No tengo muchos bienes mis joyas se
las daré a mi amiga Jenny. Lo más probable es que las funda para crear una joya
más grande. Mi USB con música y películas descargadas se lo daré a Cesar, un amigo del instituto, que es un cinéfilo
nato. Y mis libros serán propiedad de Sofía, ya que a ella le gusta leer. Los
tomaría por compromiso sentimental. Dudo mucho que a ella le guste la saga
“Divergente”.
- - Terminé. – me dijo.
Su voz había perdido el ánimo con el que había llegado.
Tampoco esperaba que se pusiera a aplaudir y me diera una calificación de cinco
estrellas. Solo quería que me dejara sola y no se metiera en mis asuntos.
- - ¿Ahora sabes por qué? – le pregunté con mucha
melancolía en mi voz.
No dijo nada y salió de mi cuarto.
Por fin.
¿Dónde estaba?
Sofía regresó, maldita sea,
con una frazada en sus manos. Una de Frozen, su película favorita.
- - ¿Qué vas a hacer?
Me respondió con acciones. Hizo un nudo, estaba tan bien
hecho que me dio envidia, y puso su cuello en él. Se paró en otra silla, una
con espaldar y rueditas.
Sofía estaba a mi lado.
Iba a ahorcarse.
- - ¿Qué demonios estás haciendo?
- - No hay ninguna razón para vivir en un mundo tan
oscuro.
- - Eres la última persona que debería decir eso.
Eres inteligente, divertida, buena deportista. Yo, en cambio, soy tonta, débil,
mis calificaciones nunca pasaron de once, mis amigos no me quieren hablar.- De
todas maneras sonreí para mis adentros cuando dije lo siguiente.- al menos no
soy gorda. Tu vida no es un desastre así que te ordeno que te bajes de esa
silla y vivas tu vida, ¡Maldición!
Sé que soy terrible dando discursos motivacionales pero no
esperaba que Sofía encontrara las pelusas, debajo de mi cama, más interesantes
que lo que le acabo de decir, ¿Qué pasó con la chica alegre y risueña que me
habló hace poco más de una hora? Sofía parecía haber regresado del funeral de
sus padres.
¿Mi libro hizo esto?
Ni siquiera sé lo que escribí. Estaba tan embriagada con mi
propia pena que no sabía que palabras vomitaba mi cabeza en el papel. Ni
siquiera debe estar bien escrito. Debe tener más errores ortográficos que las
mierdas que los pandilleros pintan en mi casa.
“Katia buelbe conmigo”
- - Adiós Julia.- Fueron las últimas palabras de Sofía
antes de mover la silla con su pie.
- - ¡No!- grité al ver a mi hermana suspendida en el
aire.
Saqué un cúter y corté la frazada lo más rápido que mis
manos entumecidas me lo permitían.
Sofía cayó de espaldas al suelo. Estaba tosiendo y se había
golpeado la espalda. Pero estaba viva.
Corté la cuerda que me sostenía, con todo el trabajo que me
había costado hacer el nudo. Sofía seguía echada en el suelo, se estaba
retorciendo. Me recordaba a la rubia que mata Harrison Ford en Blade Runner.
Salté de la silla para ayudarla a ponerse de pie. Estando parada Sofía me alejó
de un empujón. Por poco soy yo la que se cae de espaldas.
- - ¿Por qué hiciste eso?- sus ojos estaban más
rojos que los míos. Me sequé las lágrimas antes de responder.
- - ¡No voy a permitir que te mates! Es mi idea y no
tolero a las copionas.
- - ¿Qué vas a hacer? ¿Demandarme por derechos de
autor?
No dije nada. No sabía que decir. Mi cerebro trabajó más que
de costumbre y me dio la solución en pocas palabras.
- - Voy a probarte que el mundo no es tan oscuro y
que la vida vale la pena.
.
La respuesta de Sofía fue una carcajada. Para mí fue como
recibir una flecha en los intestinos. Intenté consolarme diciéndome que, al
menos, ya no estaba deprimida.
Aun así unas gotitas salieron de mis ojos.
- - ¿Tú?- preguntó- ¿Tú me vas a demostrar lo bello
que es vivir? ¿Tú que…?
- - Si. Yo.- la interrumpí- Yo te demostraré que
tienes una vida por delante y la vas a vivir hasta que cumplas los 80 años.
- - ¿Y si llego a vivir más?
- -Vivirás hasta que te de un infarto, un derrame
cerebral o una pandemia desconocida del futuro acabe con la humanidad. Será la
naturaleza la que te mate. No esas manos con uñas pintadas de rosa.
Le demostraré que la vida vale la pena y luego me suicidaré.
Antes de que pudiera decirme nada la agarré de la muñeca y
la llevé a la puerta. Si ella iniciara un debate estoy segura que me ganaría.
La mocosa es un genio.
- - Te llevaré al lugar más divertido que conozco.
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