Ángela
estuvo regresando a su casa a las 6 de la tarde desde hace una semana. Se
reunía a casa de su amiga Elena para hacer un trabajo de historia.
No sabía
que estaba siendo observada.
Un hombre
que viste unos jeans rasgados y una casaca gruesa la observaba desde una
esquina bebiendo una botella de coca cola. Ángela sería su víctima número 4 y
esta noche iba a atacar.
Era
medianoche. El hombre entró a la casa, usó una copia de las llaves. Tenía todas
las llaves de la casa. El día anterior entró a la casa para conocer el terreno.
Encontró las llaves encima de una mesita en la sala.
Fue un día
de mucha suerte.
La
habitación de Ángela no fue difícil de encontrar. La habitación rosada, con
varios posters de K Pop daba muchas pistas. Primero entró a la habitación de
los padres de Ángela, dos figuras dormidas e inofensivas.
El asesino
solo quería a la chica. No quería que los padres se metieran. Les robó los
celulares, que se encontraban encima de una cómoda llena de maquillaje.
Los apagó y
los guardó en el bolsillo derecho de su casaca.
Cerró la
puerta con seguro.
Entró
sigilosamente al cuarto de Ángela, sus zapatos aprueba de ruido ayudaban
bastante. Ella dormía bocarriba del lado izquierdo. El asesino cerró la puerta,
quería privacidad. Vio cómo su estómago se expandía y encogía cada vez que
respiraba.
Ese era el
objetivo.
La joven de
14 años roncaba.
El asesino
puso una almohada encima de la cabeza de Ángela. Pudo ver por unos segundos el
rostro de sorpresa de la chica. Ella se retorció tratando de escapar del agarre
de su captor, el asesino era mucho más fuerte. Incluso con una mano. Con la
otra sacó un cuchillo y la apuñaló en la barriga.
Ángela dejó
de moverse.
Retiró el
cuchillo. Limpió la sangre. Y guardó el arma homicida en su bolsillo. El asesino
se sentía realizado después de haber asesinado a Ángela. Pensó en hacerlo más
seguido, pero el trabajo y el tener que dormir 8 horas diarias se lo impedían.
Se dispuso
a irse pero el ruido de una mano golpeando una cómoda lo detuvo.
Dio la
vuelta y vio un cuerpo levantándose de la cama, la almohada se cayó de su
rostro y la mancha de sangre creció con el mínimo movimiento.
Con
movimientos robóticos Ángela retiró la frazada. Una criatura herida que yacía
en su regazo. Una masa negruzca que parecía una mancha de petróleo, pero más
dura.
-
- Lo
mataste.- dijo Ángela, después de darle un par de golpes con sus dedos.
El asesino
enmudeció, ¿Qué era esa cosa?
La criatura
se movía lentamente. Su herida se fue cerrando poco a poco hasta desaparecer.
-
¿Estás
bien?- le preguntó Ángela, ignorando la presencia de su asesino. Este seguía
sin creer lo que estaba ocurriendo.
La criatura
levantó su cuello para mostrar unos ojos rojos y observar al responsable de su
agresión. Esa era su forma de decir que se encontraba bien.
Abrió su boca para
exhibir unos colmillos pequeños. La criatura gruñó haciendo que el asesino se
golpeara la espalda con la puerta.
Sacó las
llaves pero estas se resbalaron de sus manos, junto con la navaja y un paquete
de chicles. Varias de ellas tintinearon al chocar en el suelo. Trató de
recogerlas pero estas se resbalaban. Se había convertido en una máquina de premios
defectuosa.
La criatura
se arrastró a su asesino. Esto le recordó a una película sobre una masa que
devoraba a todo aquel que se cruzara en su camino.
-
La ventana
está abierta.- le informó Ángela, señalando la ventana que se encontraba a su
lado.
De un salto
esquivó a la criatura y estaba listo para dar otro. Saltó de la ventana.
El ser
regresó a las manos de Ángela, lo acarició, era como tocar cuero. Salió de la
cama y vio como el asesino, que había saltado del segundo piso, trataba de
escapar arrastrando una pierna.
Ángela
llamó a la policía. Con esa pierna sería fácil de atrapar. Su mascota se limitó
a lamerle la mano.
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