martes, 7 de mayo de 2019

La mascota de Angela.



Ángela estuvo regresando a su casa a las 6 de la tarde desde hace una semana. Se reunía a casa de su amiga Elena para hacer un trabajo de historia.

No sabía que estaba siendo observada.

Un hombre que viste unos jeans rasgados y una casaca gruesa la observaba desde una esquina bebiendo una botella de coca cola. Ángela sería su víctima número 4 y esta noche iba a atacar.

Era medianoche. El hombre entró a la casa, usó una copia de las llaves. Tenía todas las llaves de la casa. El día anterior entró a la casa para conocer el terreno. Encontró las llaves encima de una mesita en la sala.

Fue un día de mucha suerte.

La habitación de Ángela no fue difícil de encontrar. La habitación rosada, con varios posters de K Pop daba muchas pistas. Primero entró a la habitación de los padres de Ángela, dos figuras dormidas e inofensivas.

El asesino solo quería a la chica. No quería que los padres se metieran. Les robó los celulares, que se encontraban encima de una cómoda llena de maquillaje.  
Los apagó y los guardó en el bolsillo derecho de su casaca.

Cerró la puerta con seguro.

Entró sigilosamente al cuarto de Ángela, sus zapatos aprueba de ruido ayudaban bastante. Ella dormía bocarriba del lado izquierdo. El asesino cerró la puerta, quería privacidad. Vio cómo su estómago se expandía y encogía cada vez que respiraba.

Ese era el objetivo.  

La joven de 14 años roncaba.

El asesino puso una almohada encima de la cabeza de Ángela. Pudo ver por unos segundos el rostro de sorpresa de la chica. Ella se retorció tratando de escapar del agarre de su captor, el asesino era mucho más fuerte. Incluso con una mano. Con la otra sacó un cuchillo y la apuñaló en la barriga.

Ángela dejó de moverse.

Retiró el cuchillo. Limpió la sangre. Y guardó el arma homicida en su bolsillo. El asesino se sentía realizado después de haber asesinado a Ángela. Pensó en hacerlo más seguido, pero el trabajo y el tener que dormir 8 horas diarias se lo impedían.
Se dispuso a irse pero el ruido de una mano golpeando una cómoda lo detuvo.
Dio la vuelta y vio un cuerpo levantándose de la cama, la almohada se cayó de su rostro y la mancha de sangre creció con el mínimo movimiento.

Con movimientos robóticos Ángela retiró la frazada. Una criatura herida que yacía en su regazo. Una masa negruzca que parecía una mancha de petróleo, pero más dura.
-        
         -  Lo mataste.- dijo Ángela, después de darle un par de golpes con sus dedos.

     El asesino enmudeció, ¿Qué era esa cosa?


La criatura se movía lentamente. Su herida se fue cerrando poco a poco hasta desaparecer.

-         ¿Estás bien?- le preguntó Ángela, ignorando la presencia de su asesino. Este seguía sin creer lo que estaba ocurriendo.

La criatura levantó su cuello para mostrar unos ojos rojos y observar al responsable de su agresión. Esa era su forma de decir que se encontraba bien. 

Abrió su boca para exhibir unos colmillos pequeños. La criatura gruñó haciendo que el asesino se golpeara la espalda con la puerta.

Sacó las llaves pero estas se resbalaron de sus manos, junto con la navaja y un paquete de chicles. Varias de ellas tintinearon al chocar en el suelo. Trató de recogerlas pero estas se resbalaban. Se había convertido en una máquina de premios defectuosa.

La criatura se arrastró a su asesino. Esto le recordó a una película sobre una masa que devoraba a todo aquel que se cruzara en su camino.

-         La ventana está abierta.- le informó Ángela, señalando la ventana que se encontraba a su lado.

De un salto esquivó a la criatura y estaba listo para dar otro. Saltó de la ventana. 

El ser regresó a las manos de Ángela, lo acarició, era como tocar cuero. Salió de la cama y vio como el asesino, que había saltado del segundo piso, trataba de escapar arrastrando una pierna.

Ángela llamó a la policía. Con esa pierna sería fácil de atrapar. Su mascota se limitó a lamerle la mano. 

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