domingo, 27 de junio de 2021

La quinta misión Capitulo 4: Arrojar un ladrillos jamas había sido tan dificil

 


Aldo López era un joven de 24 años que había sido promovido en su trabajo, lo que significaba un mayor sueldo. Tenía en su bolsillo una cajita con un anillo muy caro. En unos veinte minutos ese anillo estará en el dedo de su novia Verónica, quien en unos meses se convertirá en su esposa. Aldo estaba parado cerca de un edificio en construcción esperando un taxi. Miraba constantemente su reloj nuevo.

Un taxi se acercaba a él, como el conductor respetaba todas las reglas de transito se movía lentamente.

Estaba contando los segundos para empezar a vivir.

Un ladrillo le cayó en la cabeza matándolo inmediatamente. Para él el traslado de la vida a la muerte fue como encender la luz de su dormitorio.

-          ¿Se encuentra bien?- preguntó el albañil despistado que soltó el ladrillo sin querer.

Aldo tenía una fuerte hambre de venganza, era lo único que podía sentir ahora mismo. Tenía en su mente una infancia tan infantil como ilegal. Para eso necesitaba los servicios de F.G.S.A. Gloria Beltrán escuchó pacientemente su historia tratando de no reírse por la cruel ironía. Cuando Aldo terminó Gloria le ofreció un trabajo administrativo en su casa. Aldo le respondió que lo pensaría y se fue.

Gloria se levantó de su cómoda silla y caminó a la sala donde Agatha y Anthony estaban jugando un juego de peleas y los demás fantasmas estaban divididos, cada uno apoyando a su jugados favorito.

-          Chicos, tienen trabajo.- gritó Gloria.

Mientras caminaban en dirección a la casa del albañil Agatha pensó que esta misión era tan ilegal como emocionante. Esta no era la primera vez que arrojaba un ladrillo a la ventana de alguien, y puede que no sea la última. Compraron el ladrillo guiándose en su peso y textura, asegurándose que causará el mayor daño posible a la ventana. Agatha sacó un marcador negro y escribió “Pronto van a morir” en el ladrillo con una mala letra (peor que la que tenía) y unos errores ortográficos tan del orto que harían que cualquier profesor de lenguaje que se respete se pegara un tiro.

“PHONTO BAN A MORID”

- Para darle un toque más macabro a la situación.- le explicó Agatha. Anthony entendía lo que quería hacer su amiga. Le gustaba y apoyaba la idea con toda moción.

La casita del albañil le recordaba a la vivienda de los Gonzales en la serie “Al Fondo hay sitio”. Era una casita de un solo piso de ladrillos. Parecía hecha por un niño gigante, que en lugar de usar LEGOS usó ladrillos. La casita estaba pintada de blanco, con varias marcas marrones causadas por los pelotazos de varios niños que no median la fuerza de sus piernas. Aun así, la casita tenía un aire acogedor.

Sería más acogedora si limpiaran las ventanas y quitaran esas horrorosas cortinas verdes que causarían que cualquier diseñador de interiores le quitara el arma al cadáver del profesor de lenguaje y se pegara un tiro.

Agatha sostenía el ladrillo. Era tan pesado que el mero hecho de cargarlo la cansaba. Ni que decir con arrojarlo. Consiguió arrojarlo medio metro de su posición actual. Anthony era un poco más fuerte que Agatha. Lanzó el ladrillo; este chocó contra la ventana, rebotó y cayó al suelo.

- ¿Qué diablos?

Los vidrios eran nuevos, irrompibles y a prueba de balas. Resulta que los robos a casas se volvieron populares en el barrio y por eso la familia del albañil hizo unos ajustes a su casa para evitar los robos. Mientras Anthony pensaba en otro plan Agatha recogió el ladrillo, se encontraba en perfecto estado.

Un sujeto delgado que no dejaba de rascarse el brazo se acercó a Agatha. Sostenía un cuchillo oxidado, con el que había cortado a algunas personas (incluso si ya le habían entregado sus pertenencias). El sujeto estaba más enfocado en el bolso de la chica que en ella, no la encontraba atractiva bajo ninguna circunstancia. Su bolso parecía una empanada recién horneada y bañada con bastante azúcar en polvo.

Puso su brazo en el cuello de Agatha atrapándola. Anthony estaba tan sumido en sus pensamientos que lo que le estaba ocurriendo a Agatha parecía ocurrir en otro planeta, según él.

- No te muevas.- exclamó el sujeto mostrándole el cuchillo oxidado.

Agatha desobedeció la orden. Levantó la mano con el ladrillo golpeando sin querer la cabeza del asaltante. El golpe lo mandó a otro mundo mucho más rápido que cualquier droga. La serpiente huesuda que tenia de brazo aflojó el agarre del cuello de Agatha soltándola. El asaltante cayó al suelo sin soltar el cuchillo.

- Esta misión se hizo más complicada.- dijo Agatha moderadamente preocupada por la salud del asaltante.

- Es absurdo, pero puede funcionar.- respondió Anthony, quien no se había dado cuenta de lo que había pasado.

Anthony se acercó a la ventana, pasó por encima del cuerpo del asaltante como si fuera una bolsa de basura. La familia del albañil hizo todo lo posible para que su casa fuera más segura, pero se habían olvidado de un pequeño detalle: Cerrar las ventanas. Anthony abrió una de las ventanas, le quitó el ladrillo a Agatha y lo arrojó dentro de la casa destrozando una de las paredes.

- Misión cumplida- Anthony se sacudía las manos dejando caer restos de un polvillo rojo al suelo-. No hay nada mejor que la satisfacción de un trabajo bien hecho- dio un paso y pisó la piedra más suave de la historia. Anthony se dio cuenta que estaba pisando el estomago del asaltante-. ¿Quién ese ese?- le preguntó a Agatha.

Las luces amarillentas interrumpieron la respuesta de Agatha. Una voz gruesa y autoritaria gritó:

- ¿Quién anda ahí?

- Nadie.- respondió Anthony.

Los dos se fueron corriendo. El albañil salió de la casa sosteniendo el pesado ladrillo, que tenia unas manchas blancas, restos de la pared destrozada. Sus dedos musculosos presionaban con fuerza el ladrillo. A diferencia de Agatha el albañil podía sostenerlo por horas y lanzarlo a varios metros de distancia.

El ladrón se despertó. Se frotaba la cabeza.

- ¿Qué ha pasado?

Vio al albañil acercarse con rabia. Siguiendo su instinto de supervivencia levantó el cuchillo y le hizo un corte en la cara. Eso no bastó para detener a la bestia que lo culpaba la pared dañada. El ladrón regresó al mundo de los sueños gracias a un fuerte golpe en la cara. Intentó hacer que soltara el cuchillo, pero le fue muy difícil. Los dedos del ladrón parecían estar pegados a lo que antes era un precioso cuchillo de cocina.

Varias luces se encendieron en el barrio. Los vecinos salieron y vieron al albañil, con el rostro ensangrentado golpeando a un sujeto con un cuchillo. Una rabia colectiva se formó entre los vecinos, quienes ya estaban hartos de los robos (que ocurrían unas dos veces al día). Culpaban a las autoridades, pero esta vez encontraron a un chivo expiatorio con el cual desquitarse.

Los medios cubrieron esta noticia durante horas.

- Casi matan a ese sujeto.- comentó Gloria. En la pantalla mostraba un fotograma de la noticia, cubierta por el Canal 4. Decía: “Ladrón con pésima ortografía fue apalizado por vecinos” y se mostraba al ladrón desnudo y amarrado apunto de recibir el latigazo número 50.

Seguido de un clip de video que mostraba a una reportera que decía que el ladrón clamaba inocencia (en pasado porque ya no podía clamar nada ya que le rompieron los dientes a base de golpes).

Los dos no estaban impresionados por la noticia. Agatha recordaba haberla visto. No recordaba ni cuando, ni donde (en su casa). Le dolía tanto la cabeza.  

- Es un ratero, ¿A quién le importa?- comentó Anthony con indiferencia.

- Solo quiero decir que todo fue en defensa propia. El desgraciado intentó robarme. ¡A mí! A una inocente trabajadora que solo tiene 120 soles en su cuenta bancaria.

- No era necesario que aclararas esto.

- ¿Cuándo nos vas a pagar?- preguntó Anthony.

Gloria ignoró la pregunta presionando un botón de su teclado y haciendo aparecer otra diapositiva: Una casa, mucho más grande y bonita que la casa del albañil.

La quinta misión Capitulo 3: Un complicado rescate



Nancy Alarcón era una adolescente de 14 años cuya vida se había detenido para siempre. Murió de una enfermedad en el cerebro. Mientras estaba viva se había encariñado con un gatito abandonado, al que había adoptado unas horas después de conocerlo. Lo dejaba dormir en su cama, compartía su comida (dándole migajas de su propio tenedor), dejaba que la lamiera en la cara y ella también hacia lo mismo.

Era una tierna relación mascota-amo que hubiera sido una sensación en internet si alguien hubiera subido un video a YouTube. Sería viral en unas pocas horas. Meses después de su muerte el animal salió de la casa y jamás volvió. Cosa que destrozó el inexistente corazón de Nancy. Una de las cosas que más le gustaban hacer era ver al gatito dormir durante su extenso tiempo libre como fantasma.

Nancy vio un anuncio en internet de la recién formada empresa F.G.S.A. Fue inmediatamente ahí. Le contó su problema a Gloria Beltrán y ella le contó el predicamento a los dos únicos empleados humanos que tenía. Ambos escuchaban la historia con suma atención. Era una misión muy sencilla: Bajar a un gatito de un árbol y regresarlo a casa. Nancy lo había buscado por su cuenta; lo encontró. Pero el animalito no la reconocía y ella no podía hacer nada para rescatarlo.

Los tres estaban sentados en una banca de un parque moderno. Nancy señaló un árbol y dijo:

-          El gatito se encuentra encima de ese árbol.

Dicho árbol era enorme, de unos diez metros. Era el árbol más alto de todo el parque. Se encontraba en el centro del mismo, rodeado de otros árboles mucho más pequeños, como si le estuvieran rindiendo un culto. Agatha y Anthony intentaron trepar el árbol, pero la policía los arrestó y Gloria tuvo que pagar una multa.

Optaron por volver a intentarlo por la noche.

Ambos estaban vestidos de negro, como unos ladrones experimentados que planeaban robar una pintura muy valiosa de un museo de máxima seguridad. Agatha era una experta a la hora de trepar árboles. Las raíces del viejo árbol sobresalían de la tierra haciendo que el suelo se vuelva más accidentado. Anthony casi se cae al dar un mal paso.

Agatha miraba con nerviosismo al árbol. Hace más de un año que no había trepado uno; y hace más de un año pesaba cinco kilos menos. La casaca negra le ajustaba un poco en el estómago. Esto se debía a una dieta consistente en acompañar cada comida con pan y gaseosa.

Agatha se escupió ambas manos y las frotó hasta la saliva se hubo evaporado y el calor aumentara en sus palmas.

- Agatha, ¿Quieres darte prisa? Está haciendo frio.- El frio no era lo único que le preocupaba a Anthony.

Agatha suspiró y se deseó suerte a sí misma. Comenzó a trepar. Abrazó el árbol, con las manos comenzó a agarrar las irregularidades más firmes del tronco rugoso, mientras que con las piernas si iba impulsando más arriba. Al parecer trepar un árbol era como andar en bicicleta, para ella, porque poco a poco fue ganando confianza y subiendo más rápido.

Consiguió llegar a la cima y aferrarse a una rama muy resistente. El gatito estaba durmiendo frente a ella, se había apoderado de un nido después de comerse a mamá ave y a sus polluelos. Había restos de yema amarillenta en el suelo pajizo y el hocico del animal. El gatito dormía contento, su panza estaba llena, y ronroneaba.

- Que lindo. Es realmente lindo.- comentó Agatha al ver al animalito. Sacó su celular y le tomó unas fotos.

Anthony miraba a ambos lados. Había unos vagabundos durmiendo y un arbusto moviéndose sospechosamente. Tal vez un par de vagabundos amorosos sean los responsables. Anthony no vio ninguna figura o de autoridad, pero seguía estando nervioso. Cuando firmó el “contrato”, redactado por una secretaria envenenada por su marido, no recordaba que esto estuviera escrito en el documento digital. Estaba tan desesperado por encontrar otro trabajo que estuvo dispuesto a trabajar en una empresa paranormal.

Para tener 65 años la jefa todavía se mantenía. Ante los ojos de Anthony ella aparentaba tener unos 10 años menos.

Agatha guardó su celular en su bolsillo. Se le había olvidado cerrarlo. El celular cayó. Como si fuera un clavadista profesional el celular aterrizó en el centro de la cabeza de Anthony desmayándolo de golpe.

- ¿Anthony, estas bien?- preguntó Agatha, quien dio un mal paso y se resbaló de la gruesa rama que sostenía el nido donde dormía el gatito.

Agatha se agarró de la rama quedando colgada. Trató de volver a subir, pero sus piernas apenas tocaban la rama. Pasaron solo unos segundos y Agatha ya sentía como sus dedos se adormecían. Las ramas tenían espinas que le pinchaban los dedos causándole dolor y picazón. El gatito salió del nido ante semejante estruendo, el animalito no podía dormir. Caminó hasta donde estaba Agatha, se movía con tanta agilidad y gracia. Se sentó cerca a los dedos de Agatha.

- Hola gatito.- dijo Agatha, quien se sentía mas motivada al ver al animalito tan cerca.

El felino moteado se puso a arañar y a morder los dedos de Agatha retirando sus dedos de la rama, uno por uno. Solo le bastó decir: “Este dedito se fue al mercado”, “Eso otro se fue al cine”… Apenas retiró ocho dedos Agatha cayó. Para su fortuna cayó encima de Anthony, no fue mucha fortuna que digamos.

El gatito bajó fácilmente del árbol. Se sentó en el estomago de Agatha y marcó su territorio. Solo fue una diminuta mancha amarilla, pero bastó para hacer que Agatha ya no quisiera usar esa casaca el resto de su vida. De todas maneras, ya no le quedaba.

El gatito se fue muy contento. Le tomó cinco horas, pero consiguió regresar a casa. El padre de Nancy abrió la puerta para recoger el pan y vio al gatito sentado en la alfombra que decía: “Dios te cuida”. Lo levantó y lo llevó dentro.

Agatha y Anthony quedaron muy lastimados, pero cumplieron la misión. Mientras se recuperaban en el hospital Agatha vio a Nancy atravesando a una de las enfermeras que sintió un fuerte temblor que la hizo soltar las bandejas de comida. Ella salió de la habitación por más.

- ¿Qué pasó aquí?- preguntó Agatha alarmada. Anthony dejó su libro para mirarla.

Nancy no entró sola. Su familia entera la acompañó: padre, madre e hijo de dos años.

- El gatito tenía una infección cerebral muy contagiosa. Cuando digo “contagiosa” lo digo muy en serio- comentó Nancy. Agatha estaba consternada ante las palabras de la chica-. Descuida, el gatito esta bien.

Solo se quedaron unos minutos. Nancy le agradeció a Agatha por el trabajo y le dijo que su familia estaba más unida que nunca. Agatha recibió un beso helado en la frente. Le dejó una sustancia viscosa verde.

- Yo no le veo el fracaso a la misión.- comentó Agatha. La última diapositiva era el gatito moteado durmiendo en una cama enorme, era tan adorable que provocaba tomarle fotos y subirlas a todas las redes sociales.

- Fue un fracaso financiero- respondió Gloria Beltrán venenosa- ¿Por qué ninguno de los dos me dijo que no tenían seguro médico?

Ambos levantaron las manos al mismo tiempo. Agatha se enfermaba tan poco que creyó que era un lujo de los millonarios.

Gloria pasó a la siguiente diapositiva: Un ladrillo con una escritura horrible. 

La quinta misión Capitulo 2: F.G.S.A

 


Gloria Beltrán comenzó a reírse señalando a Agatha, sus piernas temblaban de la risa. Se las podía ver perfectamente debajo de su falda gris. Gloria Beltrán era la versión envejecida de Agatha. Ambas tenían la misma estatura, rasgos faciales similares (nariz chata, mejillas pronunciadas y labios delgados) y un color de ojos parecidos (Agatha tenía los ojos castaños; Gloria también, pero con un toque más oscuro).

Aunque, ahora gracias al más reciente cambio en Agatha se había creado una nueva diferencia. Una diferencia que Gloria encontraba muy divertida.

-            ¿Qué diablos te hiciste en la cabeza?- preguntó Gloria Beltrán, quien estaba recuperando el aliento.

Agatha regresó un mechón de cabello a su lugar, le estaba afectando la vista.

-          Pareces una maldita antorcha.

Agatha se había teñido el cabello, de negro a un rojo vivo y sangriento. No era la primera vez que alguien la confundía con una persona que tenía la cabeza ardiendo. De hecho, una persona, pasada de copas, estuvo a punto de darle un buen chapuzón con un balde de agua helada para apagar el fuego que estaba achicharrando la cabeza de esa pobre mujer. Por suerte, para Agatha, el sujeto se puso los lentes y se dio cuenta que solo era un peinado pelirrojo.

-           Era una excentricidad mía. Una mañana me levanté y me pregunté: ¿Cómo sería tener el cabello rojo? Y aquí me tienes. ¿Te gusta?- preguntó Agatha con un poco de esperanza.

-          No.- respondió Gloria Beltrán con sinceridad.

Anthony golpeaba el suelo con su pie. Quería que la reunión comenzara de una vez. Cuando Agatha le preguntó su opinión acerca de su nuevo Look Anthony le respondió con un sencillo: “Te ves bien”. Honestamente le daba igual los cambios que se hiciera Agatha.

-          Deja de hacer eso. Estas ensuciando mi alfombra- le ordenó Gloria a Anthony. Este obedeció. Gloria suspiró-. Esos fantasmas, siempre se olvidan de pedirles que se quiten los zapatos antes de entrar. Van a tener que trabajar unas horas extras para tener la alfombra impecable. Quítense los zapatos ahora mismo.

Agatha y Anthony se quitaron los zapatos y los pusieron en una caja que decía: “Zapatos”. Agatha pensó que esta vez se iba a olvidar de esa parte de la rutina. Agatha, sin querer, se había puesto medias de diferentes colores. Anthony tenia los pies delgados. Sus pies parecían de los de alguien quince años más viejo que la edad natural de Anthony.

-        ¿Podrías dejar de mirarme los pies?

-         Lo siento. No puedo. Son dignos de estudio.

Anthony enrojeció ligeramente.

-          Ustedes dos. Siéntense. Ahora.- ordenó Gloria Beltrán señalando dos sillas de madera, que estaban cerca a la mesa.

La oficina de Gloria Beltrán era muy agradable a la vista. Las paredes estaban pintadas de un verde azulado placentero. Las paredes tenían libreros enormes repletos de libros de todo tipo (desde novelas hasta libros de ocultismo), eso incluía la colección total de las aventuras sobrenaturales de Gloria Beltry. Había una mesa redonda roja en el centro, junto a las sillas de madera (cuyos cojines apenas se podían ver) y dos plantas a ambos lados. La silla de Gloria Beltrán era la única silla de cuero ortopédica de toda la casa. Su trasero era el único digno del placer de la comodidad.

Agatha y Anthony vieron la bandeja llena de galletas, las tazas de porcelana fina y la tetera metálica que expulsaba un delicioso aroma a café recién hecho con unos ojos hambrientos. Estos querías salírseles de sus orbitas para devorar toda esa comida. Gloria nunca decepcionaba cuando se trataba de la comida. Una de sus fantasmas empleadas era una repostera profesional que murió gracias a un trozo de manzana que se atragantó en su garganta.

Su especialidad eran las galletas.

- Has una dieta te dijeron tus padres. Has una dieta dijo tu nutricionista. Estas a un paso de mosca de ser diabética. Empiezo una dieta y esto es lo que me pasa. Esa manzana era la primera comida saludable que había comido en años y mira lo que me pasa - Gloria la escuchaba con una atención compartida. Estaba viendo las noticias: “Un delincuente con narcolepsia fue arrestado por quedarse dormido cerca de un semáforo en verde”. Idiota, pensó Gloria-. Jamás volveré a comer otra cosa que no sea una galleta.

Gloria quería decirle que no volverá a comer nada en toda su nueva vida, pero se calló la boca. No quería incomodarla. Cocinaba tan bien que la quería a su lado para siempre.

- Sírvanse - dijo Gloria irritada al ver como manchas de baba se dejaban notar en su mesa de roble. Esos dos parecían jóvenes africanos que no habían visto una galleta en sus vidas-. Me están empezando a dar pena.

Ignoraron cualquier comentario hiriente. La comida era más importante que los sentimientos. Llenaron sus tazas de café (Agatha se echó cinco cucharadas de azúcar; mientras que Anthony, ninguna. Le gustaba el café negro) y agarraron la mayor cantidad de galletas que sus manos pudieron tomar.

Al lado de la bandeja casi vacía había una laptop y un proyector conectado. Gloria lo encendió y la pantalla blanca que estaba detrás se volvió negra. Apareció el logo de una silueta humana dándole la mano a un estereotipado fantasma (una sábana flotante con la cabeza puntiaguda). Debajo del logo estaba el nombre de la empresa: F.G.S.A (Friendly Ghost Sociedad Anónima)

- Como ustedes saben F.G.S.A fue fundada hace un mes- Gloria guardó silencio unos segundos-. ¿Recuerdan cuál es el propósito de nuestra pequeña empresa?

Ninguno de los dos pudo hablar adecuadamente porque tenían la boca llena de galleta.

- Ggagagagega…- dijo Agatha, un trozo de galleta se le escapó de la boca y cayó al suelo. Lo recogió, lo limpió y lo volvió a meter en su boca. Para ella la regla de los cinco segundos era sagrada.

- Grgrgrgrgr…- respondió Anthony, quien sonaba como un auto agonizante.

Gloria se frotó el puente de la nariz ante tal espectáculo tan absurdo. Le recordaba mucho a un relato corto que escribió cuando tenía 15 años. Se llamaba “Los Glorb”, que era la historia clásica de un niño que se hace amigo de dos extraterrestres peludos con un solo ojo. Tenían el doble de su tamaño y una antena rosada que terminaba en punta. Los seres extraterrestres hablaban a base de gruñidos; a lo que el niño, molesto por no entender nada de lo que decían, les preguntó:

- ¿Acaso ustedes son retrasados mentales? (el relato fue escrito en una época donde la palabra “retrasado” era bien vista. Si el relato hubiera sido escrito hoy en día el niño les hubiera preguntado: “¿Acaso ustedes son discapacitados mentales?”)

La amistad terminó y solo duró 10 minutos. Los extraterrestres tenían una misión de conquista. De sus antenas rosadas salió un humo invisible que contenía un virus mortal y muy contagioso que acabó con el 99.9% de la raza humana en un mes. Los que sobrevivieron fueron criados como esclavos por “Los Glorb”, entre los que se encontraban el niño.

Este tuvo que entender “retrasado” si quería acatar las órdenes con propiedad. Más trabajo implicaban menos azotes. Los látigos de los Glorbs estaban hechos con láser.

Por un segundo Gloria vio a dos criaturas peludas devorando sus galletas y bebiéndose su café (con Anthony no tuvo que pensar mucho; ese hombre odiaba afeitarse y lo había visto desnudo. Parecía que le hubiera arrancado la piel a un perro y se la hubiera pegado en el pecho). En el caso de Agatha veía a un extraterrestre rojo. Gloria no tenía una imagen muy positiva de su sobrina, ni de su amigo. Los necesitaba, pero no confiaba en ellos. Eran tan estúpidos que llegaban al nivel de la desconfianza.

Como si estuvieran actuando y tuvieran una agenda oculta muy oscura. Gloria se sirvió una taza de café, la cafeína era buena para aplacar su paranoia. Bebió un poco y continuó con la presentación.

- F.G.S.A fue creado con el fin de lograr que los espíritus consigan entrar al más allá, donde será juzgados por sus obras hechas en vida. Eso no es asunto nuestro. Si un fantasma vaga por la tierra es porque tiene algo que ha dejado sin terminar; y una vez lo haya hecho podrá ingresar al más allá. Nosotros les tendemos una mano.

Ambos asintieron al mismo tiempo.

- Durante este mes hemos tenido un total de cuatro trabajos.

La calma en la voz de Gloria, causada por el delicioso café selvático, se fue oxidando hasta convertirse en una voz seria y carente de alegría.

- Y todas fueron un puto fracaso.

Gloria Beltrán decidió renunciar a su carrera periodística porque sentía que ya no podía avanzar más. No le interesaba ser la editora jefa de ningún periódico, ni aparecer en la televisión comentando cualquier comentario estúpido que el presidente haya dicho. Lo suyo era el trabajo de campo, pero las mejores noticias se las daban a periodistas más jóvenes e inexpertos.

Además, que mientras más se involucraba en el mundo paranormal, menos se interesaba por el mundo físico.

Se jubiló de su trabajo periodístico, pero no de su trabajo de novelista. Gloria Beltrán estaba contenta de poder dedicarse a escribir a tiempo completo, cosa que era casi imposible teniendo en cuenta el mercado literario actual. Ella estaba consciente del secreto de su éxito, y ese era su basto talento.

Ella veía su propio talento como un pozo de agua cristalina, en el cual podía sacar agua limpia y pura y bebérsela ahí mismo. Sin la necesidad de hervirla.

Al menos eso era hasta que un día bebió un poco de esa agua. El desagradable sabor hizo que su rostro se tornara morado. Escupió una asquerosa sustancia negra, muy parecida al petróleo y que tenía un sabor igual de aceitoso.

El último libro de la saga de La Famosa detective sobrenatural Gloria Beltry había sido un fracaso en ventas y critica. Varios la tachaban de simplona y de repetir la misma trama de uno de sus libros más populares.

En “La medición de la pirámide” Gloria Beltry se enfrentaba a una momia egipcia que maldecía a las personas envejeciéndolas hasta convertirlas en cadáveres andantes incapaces de morir.

En “El ataque de la momia” Gloria Beltry se enfrenta a una momia encontrada en un templo Paracas que tenía la habilidad de rejuvenecer a las personas hasta convertirlas en fetos incapaces de morir.

¿Dónde están las similitudes?

Enojada Gloria Beltrán escribió en su página web un comunicado. Entendía sus críticas y se las agradecía, un escritor siempre aprende más gracias al feedback. Las había leído todas (no era cierto, Wendy se las había leído y Gloria castañeaba los dientes y hacia agonizar a una pelota antiestrés) y que se había dado cuenta de una verdad muy incómoda: Ya no tenía idea para Gloria Beltry.

 “El ataque de la momia” iba a ser el último, por ahora. Hasta que encontrara una forma más adecuada para terminar su historia. El final que Gloria Beltry se mereciera. La escritora estaba orgullosa de la evolución de su personaje, comenzando como una niña de diez años y terminando como una mujer adulta de 31 años, madre de dos hijos gemelos.

La quería mucho más que el hijo hipotético que nunca tendrá.

También anunció que iba a empezar una nueva serie, recorrería otros horizontes y probaría con otros géneros. Pero sin dejar de lado la trama sobrenatural, que era lo que la apasionaba de verdad.

Publicó el comunicado. Wendy era la encargada de administrar sus redes sociales así que le dijo que se hiciera cargo de los comentarios de sus fanáticos. Gloria se recostó en su silla, se puso sus audífonos y escuchó el tema principal de Los Cazafantasmas en busca de nuevas ideas. No pasó ni un minuto hasta que se le ocurrió una: Una empresa de fantasmas que, en lugar de cazar espectros, los ayudaría. Varios fantasmas le contaron lo mal que lo pasaban en este mundo.

Gloria Beltrán fue perfeccionando el concepto, pero le faltaba algo: una heroína.

¿Dónde encontrar una heroína? Gloria Beltry fue una auto inserción muy obvia. No pensaba seguir ese camino. Tenía que haber otra forma. Su celular sonó.

Era su sobrina Agatha. Gloria Beltrán bebió un poco de té antes de contestar.

- Hola Augie.- Gloria le había puesto ese apodo a su sobrina. Agatha lo odiaba. Pero nunca se le decía, aunque el tono de voz hablaba bastante. A Gloria no le importaba si le gustaba o no. Casi siempre la llamaba para pedirle dinero, que se aguante.

- Hola tía.- no encontró ningún problema en su tono. Carecía de expresión o reacción hacia el apodo. Esto es grave.

- ¿A qué se debe el honor de tu llamada?

- Estaba yendo a una entrevista de trabajo cuando me topé con un fantasma que quería que le dijera a su padre lo mucho que lo amaba. ¿Qué sugieres que haga?

Esa era una pregunta muy fácil para Gloria Beltrán, aun así, se tomó su tiempo para responder.

- Primero ve a la entrevista de trabajo y luego ayudas a ese sujeto. Si hay algo que los fantasmas tienen en abundancia es tiempo.

- Ahí está el problema- dijo Agatha muy nerviosa-. Fui a ver al padre del chico, que era un fantasma de 15 años, y cuando le dije lo mucho que su hijo lo amaba me cerró la puerta en la cara.

Obvio, pensó Gloria.

- Así que escribí una nota usando la letra del fantasma. Me salió perfecto, soy una fotocopiadora. Amarré la nota a un ladrillo y lo arrojé a la ventana rompiéndola en mil pedazos. El fantasma de quince años, llamado Iván, me había dicho que ellos se comunicaban de esa manera. Hay personas que se comunican preparando comida deliciosa y otros, arrojando piedras a las ventanas.

 “El padre leyó la nota y se puso a llorar a moco tendido. Al ver esto el fantasma desapareció. Fue tan tierno.”

- Lo es - dijo Gloria con una expresión que reflejaba cualquier cosa menos el estar conmovida. Fue una expresión de molestia. ¿Por qué la estaba llamando para contarle estas tonterías? Tenia mucho trabajo que hacer-. ¿Por qué me estas llamando?

Agatha se rio muy nerviosa desde el otro lado de la línea, como si fuera un mecanismo de defensa preventivo para lo que se venía.

- Es que perdí la entrevista de trabajo y… estoy en la comisaria. Después de llorar el viejo llamó a la policía. ¿Podrías venir? Mamá y papá no contestan mis llamadas.  

Gloria carraspeó al escuchar la pregunta: ¿Podrías venir? Ella estaba jugando con un viejo cenicero. Jamás en sus 65 años de vida había fumado un cigarrillo, pero ese cenicero se lo había regalado un reconocido periodista deportivo que fumaba como una chimenea. Era un adorno muy bonito que tenía varias pelotas de futbol a su alrededor.

Gloria quería colgar para partirse de risa por la historia que Agatha le había contado.

Eso es.

- ¿Sigues ahí, tía?

- Si, aquí estoy- respondió ella con una voz mas animada. El corazón de Agatha dejó de latir a excesiva velocidad, temía que su tía haya colgado y la haya dejado con semejante problema-.¿Podrías ayudarme?

- Claro que sí. Acabas de hacer un buen por alguien que murió hace tiempo. Eres una heroína.

Había encontrado a la protagonista definitiva para su historia. Gloria se preguntó mientras revisaba su cartera:

- ¿Cómo será escribir una comedia?

No lo sabía, pero con Agatha a su lado haciendo tonterías como esa la novela se escribiría sola.  Mientras salían de la comisaria Gloria le contó a Agatha sobre su nuevo proyecto: una pequeña agencia que ayudaría a los fantasmas y como ella podía ver y hablar con los espíritus podría ser una pieza vital para el funcionamiento de dicha empresa.

Agatha aceptó de inmediato.

Anthony se unió a la ecuación cuando Agatha se lo presentó. Le dijo que era un experto en medicina y un buen inventor, podría ser muy útil para la empresa, a la cual todavía no habían decidido un nombre. Después de acostarse con él durante una semana lo contrató.

F.G.S.A era un criadero de historias donde Agatha tenia que escribir un reporte sobre lo ocurrido para recolectar ideas para los futuros proyectos literarios de Gloria. El elefante en la habitación era que ninguno de los dos aquí presente estaba consciente de ello. Agatha y Anthony creían que estaban trabajando en una verdadera empresa de ayuda fantasmal.

Gloria golpeó la mesa con su palma. Agatha soltó una galleta sin querer y esta cayó al suelo. La regla de los cinco segundos.

- Vamos chicos, las cuatro primeras misiones fueron un rotundo fracaso. ¿Qué tienen que decir en su defensa?

Ninguno de los dos dijo nada. Era verdad que las cuatro primeras misiones no entrarían en la definición de “éxito” de ningún diccionario. Hasta que Agatha optó por defenderse.

- Todo depende de la perspectiva. Por ejemplo, en la primera misión.- Agatha presionó una tecla y el logo desapareció; un gatito moteado de nariz rosada que se encontraba encima de un árbol lo reemplazó. El animalito no podía bajar.

La quinta misión Capitulo 1: Aquella chica que podía ver fantasmas.

 

Un auto se estacionó en un lugar prohibido. Era un Volkswagen amarillo pequeño, parecido a los a
utos de payasos que aparecen en las caricaturas y películas.

- ¿Estás seguro que es buena idea estacionarnos aquí?- preguntó Agatha ahogando un bostezo.

- La reunión no durará mucho.

Del auto amarillo salieron dos payasos, ocho menos de los que solían salir de esos autos. Agatha se golpeó la cabeza con la parte superior de la puerta. Anthony se tuvo que agachar demasiado para poder salir. Era muy alto para ese auto.

Ambos caminaron en cámara lenta, viéndose más serios de lo que realmente son. La ilusión se rompió cuando Agatha pisó una de las muchas babosas que infectaban el jardín. Se resbaló. Anthony reaccionó y la agarró evitando que se estampe la cara contra el suelo. Tenía la mano bien agarrada en su teta derecha.

Una escena digna de ver en cámara lenta.

Agatha Beltran y Anthony Margheritti son dos “expertos en los paranormal”. Anthony es el oficial científico, mientras que Agatha es la experta en comunicaciones. Agatha nació con una habilidad que le ha causado muchos problemas cuando era niña: la habilidad de ver a los muertos. Muy parecida a la del niño de “El sexto sentido”

Con esos poderes ella y su mejor amigo, un ex estudiante de medicina, se dedican a ayudar a los fantasmas en variados problemas que se les presentan. Todos los casos son elegidos por la tía de Agatha, Gloria Beltran.

Caminaron a paso normal hasta la puerta. La ilusión se había roto para siempre. Agatha tocó el timbre después de soltar un enorme bostezo.

- Mataría por una taza de café hirviendo.- dijo ella.

- ¿Te desvelaste anoche?

- No lo sé.

- ¿Dónde estuviste?

- No lo sé.

Agatha sufría de un fuertísimo dolor de cabeza, se frotó las sienes para que se le pase. No funcionó. Se arrepintió de haber venido a la reunión. Su mente formuló un plan de escape; propia de una película de espías, mejor dicho, de una parodia de una película de espías. Le quitaría las llaves del auto a Anthony, siempre las guarda en los anchos bolsillos de su casaca verde oscuro. Eran tan anchos que Agatha podía meter la mitad de su cuerpo sin problemas. Con las llaves en su poder correría al auto y se iría lo más lejos de ahí, eludiendo sus responsabilidades.

Eran un plan perfecto a prueba de tontos.

Salvo por un detalle: Agatha no sabía conducir. Había fallado los cuatro intentos para aprender a conducir. No existía la frase “La quinta es la vencida” así que se rindió. En el cuarto intento fue a dar su examen usando una minifalda que dejaba pocas cosas a la imaginación cuando se sentaba. No le sirvió de nada por el profesor era un homosexual reprimido que decidió salir del armario ese mismo día.

Se lo dijo:

- Muchas gracias. Después de verte me he dado cuenta que los hombres son lo mío.

Agatha no dijo nada.

- No pasaste el examen.

Agatha seguía sin decir nada.

Decidió intentarlo de todas maneras. La fiebre y el deseo de estar echada en una cama, alejada del mundo, se los exigían. Agatha metió la mano en el bolsillo de Anthony con el sigilo de un ninja. El sonido de la trampa para ratones presionando sus dedos bastó para despertarla, mucho más que cuatro tazas de café seguidas.

- ¿Qué estás haciendo?- preguntó Anthony consternado, después de escuchar el “Click” de la trampa para ratones y el “Iiiii…” de Agatha.

- ¿Por qué diablos tienes una trampa para ratones en tu bolsillo?- preguntó Agatha con los ojos llorosos. Los dedos se le habían puesto morados.

- Estoy harto de que me roben la billetera.

Agatha no quería admitir que ese era un buen punto.

La puerta se abrió sola. El fantasma vestido de albañil (jeans sucios y un polo aún más sucio) vio a una joven levantando la mano derecha, una trampa para ratones y unos dedos morados.

- Déjame ayudarte a quitártelo.

- ¡No me toques!- exclamó Agatha-. Cambié de idea. Quítame esta cosa.

Anthony le quitó la trampa para ratones suavemente y la volvió a poner en su bolsillo izquierdo. Había otra más en el derecho. Agatha se soplaba los dedos que seguían estando morados.

- ¿Quieres hielo para esos dedos?- preguntó Eduardo Castro, el fantasma del albañil.

- Hola Eduardo- saludó Agatha, Anthony no podía verlo. Agatha evitó mirarle la cabeza, lo que quedaba de ella. El ladrillo le cayó encima desde el quinto piso. Le hizo mucho daño-. Seria grandioso.

- ¿Vinieron para ver a la señorita Gloria?

- Si.- A Agatha le provocaba mucha gracia que le dijera “señorita” a su tía, teniendo en cuenta que tiene más de sesenta años.

- Pasen por favor.

Agatha y Anthony obedecieron. Anthony se sentía como un vampiro cada vez que entraba a esa casa. Tenía que esperar a que Agatha diera el primer paso para poder entrar. Tenía que esperar a que lo invitaran.

La casa de Gloria Beltry estaba hecha de madera y era de tres pisos. Una de las ventanas del segundo piso estaba cerrada con tablas. Daba la impresión de ser el rostro de una persona tuerta y con una enfermedad en la piel (la madera estaba toda mohosa). Agatha y Anthony pisaron la alfombra roja que cubrían los suelos. Era la lengua de la cara.

Gloria Beltry la compró hace veinte años a una pareja que aseguraba que la casa estaba embrujada.

El exterior alejaba a las personas; mientras que el interior era mucho más acogedor. En los techos había unos candelabros que daban una luz amarillenta, cálida y agradable. La alfombra roja hacía que los invitados sintiesen que caminaban en una nube. Las paredes también eran de madera, pero de una madera barnizada y cuidada. Agatha podía ver su reflejo en ellas (aprovechó para revisar sus dientes). Los muebles eran de color blanco, con cojines marrones y todos estaban ocupados.

Dentro de la casa había personas flotantes. Estaban limpiando, ordenando documentos y cualquier tarea doméstica o administrativa que se le ocurriera a Gloria Beltran, quien también comparte la misma habilidad de ver e interactuar con los espíritus de Agatha.

Ella saludó a los fantasmas y ellos le respondieron el saludo al mismo tiempo. Luego continuaron con sus respectivos trabajos,

Gloria Beltran aprovechó mejor ese poder que su sobrina. Ella era una respetada periodista jubilada y una novelista de éxito. Su saga de novelas de la detective paranormal Gloria Beltry se había convertido en un éxito de ventas en toda Latinoamérica y partes de Europa. Con el éxito de su primer libro: “La casa devoradora”, basada en testimonios (reales y paranormales) de esta misma casa labró una triunfante y lucrativa carrera literaria.

Con ese poder Gloria consiguió las mejores primicias en su trabajo de periodista. Podía entrevistar a las víctimas de los asesinatos de primera mano y descubrir quién era el asesino. Se convirtió en una leyenda del periodismo nacional.

Su reportaje del presidente violador y asesino fue una revolución. Pudo conversar en exclusiva con la víctima, violada y envenenada por el presidente de la Republica (no precisamente en ese orden).

-          Y pensar que yo voté por él.- se dijo Gloria Beltran a sí misma.

Agatha era una fan acérrima de los libros de su tía. Los había devorado con pasión durante su infancia, adolescencia y adultez (Gloria Beltry contaba con 23 libros), figurativa y literalmente. Cuando sus padres le prohibieron leer los libros, por sus diferencias con la tía: ella se negó a concederles un préstamo, ella se comió uno entero en señal de protesta.

Agatha pudo leer más de esos libros en una cama de hospital.

Agatha y su tía compartían los mismos poderes que el niño de El Sexto Sentido, junto con un añadido.

Mejor dicho, una debilidad.

Un fantasma atravesó una puerta cerrada y le dio a Agatha una cachetada.

- ¿Dónde estuviste?- le preguntó la fantasma muy molesta.

Anthony le entregó un pañuelo a Agatha, tenía varios en el bolsillo derecho de su casaca. Ella se limpió la viscosidad verde que le había dejado el espectro en el cachete.

- Te estuve llamando varias veces. Cuando Anthony me dijo que no estabas en la fiesta… dios, creí que iba a morir.- Wendy estuvo en el teléfono casi toda la noche. Los demás fantasmas lo pudieron corroborar. Todos hicieron una fila, esperando a que Wendy termine para que ellos también pudieran llamar. Gloria Beltran pagaba una fortuna en facturas telefónicas.

- Tú estás muerta.

- Es un decir.

Wendy le dio un fuerte abrazo a Agatha. Tenía mucha fuerza. Agatha sentía que le estaba abrazando un luchador profesional, y Wendy era todo lo contrario a un luchador profesional. Agatha le devolvió el abrazo. La habilidad de Agatha le permitía agarrar a los fantasmas, pero también podía recibir palizas de ellos.

Eso fue un problema para Gloria Beltran, sobre todo a la hora de entrevistar asesinos muertos.

- Disculpa que no haya respondido tus llamadas- comentó Agatha-. Ni yo misma sé donde estuve. Pero, descuida. Todo está bien.

- Estaba tan preocupada.

- Lo sé.

Agatha escuchó a Wendy llorar. Hacia los ruidos como si estuviera llorando, como si fuera una cruel parodia de alguien llorando sin posibilidad de consuelo. Los fantasmas no tenían glándulas lacrimales y no podían llorar de verdad.

Wendy era la mejor amiga de Agatha, eran amigas desde que eran niñas. Ella fue la responsable de que Agatha descubriera sus poderes. Ocurrió de una forma nada favorable para ninguna de las dos.

Todo ocurrió hace 17 años, las dos niñas de 8 años estaban jugando en el parque. Un conductor de una camioneta oxidada se estacionó cerca del parque. Le gustaban mucho los niños.

Puso los ojos en Wendy.

Wendy acompañó a Agatha a su casa. Se despidieron y Wendy se fue a la suya, que estaba a unas cuadras a la derecha. Esta fue la última vez que la vio… con vida.

Dos días después de su desaparición Agatha no podía dormir. Ni siquiera podía cerrar los ojos sin pensar en su única amiga y en todo lo que pudo haberle pasado. Tanto los padres de Wendy como la policía hubieran preferido que su destino no tuviera nada que ver con “Camioneta oxidada”, así apodaron al asesino de niños. Que le diera un ataque temporal de Alzheimer y que se perdiera camino a casa, eso hubiera sido mas preferible.

Agatha encendió la televisión para terminar apagándola inmediatamente. Estaban transmitiendo: “La boda de mi mejor amiga”. Agatha se puso a llorar, un tobogán de lagriman caían de sus mejillas regordetas. El día de la desaparición de Wendy estuvieron hablando de como seria su boda ideal.

Agatha optó por un matrimonio civil con un enorme pastel de chocolate. Wendy fue más detallada con su boda soñada. Contó como sería su vestido, la apariencia de su futuro marido, la canción que tocaría la banda, el discurso que quería que Agatha dijera en ese momento.

- ¿Agatha?

Ella levantó la cabeza para ver un montón de oscuridad.  

- ¿Hay alguien?- preguntó con voz temblorosa. No era la primera vez que escuchaba voces raras. Estas se callaban apenas preguntaba si había alguien. Las demás voces eran desconocidas, esta le sonaba familiar.

Agatha encendió la luz de su lampara y vio a una niña flotando. usaba uso pantalones morados y un polo con un corazón estampado. Su cabello era castaño y largo; sus ojos, blancos.

Wendy estaba flotando. Frente a ella.

Agatha se desmayó.

A Agatha le tomó tres días comprender todo lo que estaba ocurriendo. Su mejor amiga estaba muerta (y por lo que le contó tuvo una muerte horrible). Y aun así podía verla y hablar con ella. Agatha sintió con los brazos de Wendy la presionaban cuando le dio un abrazo. Agatha sentía como si la estuviera abrazando un muñeco de nieve, el abrazo mas helado de todos los tiempos.

En las noticias una reportera con exceso de maquillaje informaba que otra niña había desaparecido.

- Sé dónde vive.- dijo Wendy mirándola seriamente.

Wendy se arrepintió de habérselo dicho. Agatha fue a la casa del asesino, con Wendy que es lo mismo que ir sola. Agatha pensó que lo mejor que podía hacer con esta nueva información era averiguar si el asesino seguía viviendo ahí; y si ese era el caso llamaría a la policía. Tenia que confirmar la información.

Frente a ellas había una vieja casa de ladrillos blanca, adornada con varios grafitis de adolescentes que admiraban con pasión a su equipo de futbol favorito, pero no lo suficiente como para escribirlos con buena ortografía. La casa era de solo un piso, pero con un enorme sótano.

- Aquí es. Ahora que ya confirmaste la dirección coge ese celular tan moderno que te regalaron en navidad y llama a la policía.

Agatha se palmó los bolsillos de sus jeans, el único bulto que había era de sus llaves. Los bolsillos de su casaca rosada con estilo estaban repletos de caramelos.

- Olvidé mi celular.- dijo Agatha con una tranquilidad que estresaba a Wendy.

- Me cago en la… ¿Acaso quieres terminar como yo?

- Siempre quise saber que se siente volar.

- Púdrete, esto es horrible… siempre quise probar un kebab.- dijo Wendy con tristeza.

¡Uy! De lo que te perdiste. Debiste haberlos probado antes de morir. Son una delicia.

- Cállate Agatha.- Wendy se estaba esforzando por no llorar.

Una sombra cubrió por completo a Agatha. Se trataba de un sujeto que llevaba una palanca de metal en las manos con guantes negros de cuero. Era un sujeto enorme de cabello corto militar; una larga barba de Santa Claus, cuando tenia 30 años. Sus brazos eran gruesos y con varias serpientes inmortalizadas en sus bíceps musculosos. Usaba una camiseta militar y un buzo militar suelto.  

Sus ojos desbordaban de alegría, no dejaba de salirle baba de la boca.

- Carne fresca.- dijo el asesino.

Wendy recordó con horror las costumbres caníbales del asesino. Se comía sus dedos como si fueran gomitas frente a ella.

Levantó la palanca, listo para darle un buen golpe en la cabeza a Agatha. Sabia que tan fuerte debía golpear para desmayar a sus víctimas, mas no matarlas. Se divertía más cuando sus niñas estaban vivas.

Esta parecía ser una presa fácil. Ni siquiera se movía.

Como Agatha no reaccionaba Wendy lo hizo. La jaló de la capucha de su casaca y la alejó de la palanca. Eso bastó para que Agatha reaccionara. No había traído su celular, pero si había traído otra cosa; y no, no era el auricular de su teléfono fijo. Agatha sacó un cuchillo de su bolsillo y lo clavó con fuerza en la pierna.

El asesino chilló de dolor e insultó a Agatha. La sangre no dejaba de salir. Formaba un pequeño charco rojo en la pista.

Wendy sacó el celular de bolsillo del asesino, le gustaba tomarle fotos a sus victimas desmayadas antes de llevárselas a casa, y se la entregó a Agatha.

El asesino intentaba agarrarla, pero Agatha se alejaba de un salto ágil. El asesino avanzaba moviendo sus rodillas, cada paso que daba le causaba mucho dolor. Quería agarrar a la mocosa y borrarle esa maldita sonrisa de la cara. Le rompería la mandíbula con sus dedos musculosos.

-          ¡Agatha!- le reprimió Wendy-. Deja de tentar a la suerte y ten- le entregó el teléfono-. Llama a la policía.

Agatha recibió el teléfono como si fuera un extraño aparato extraterrestre.

-          Disculpe, señor- le dijo al asesino-. ¿Cuál es el numero de la policía?

-          Cuando te ponga las manos encima desearas no haber nacido.

-          Esta bien. No se enoje.

Agatha dio un paso al frente y se resbaló cayendo de espaldas, cara a cara con el asesino. Se había resbalado con una generosa porción de mierda de perro que estaba en la pista. Sus pantalones quedaron manchados para siempre.

-          Te dije que no tentaras a la suerte.- le dijo Wendy.

El asesino se quitó el cuchillo de la pierna. Esbozó una sonrisa cansada pero llena de satisfacción. Intentó apuñalar a Agatha, pero ella lo esquivó. Escuchó el sonido del cuchillo chocando contra la pista. Eso bastó para que entendiera el concepto de no tentar a la suerte. Se levantó y corrió como si el asesino fuera un maratonista y la estuviera persiguiendo.

Correr no le duró mucho. Se chocó con un sujeto que estaba hablando con su celular. Le quitó el teléfono y colgó la llamada. Agatha se olvidó que tenia un celular en sus manos.

- ¡Oye!- exclamó el sujeto furioso.

- Esto es una emergencia - le respondió Agatha, quien apenas podía contener el aliento. Agatha levantó la cabeza y miró al hombre con ojos llorosos-. ¿Cuál es el numero de la policía?

La policía consiguió apresar al asesino y salvar a la niña perdida, quien tristemente había perdido una pierna. Y no era la única. Al asesino tuvieron que amputarle la pierna (y extraerle un riñón). La puñalada que le dio Agatha apenas atravesó los duros músculos de sus muslos, pero el medico encargado de atenderlo era padre de una de las niñas desaparecidas.

- Ojo por ojo.- susurró antes de iniciar la operación.

El asesino se encuentra recluido en una de las prisiones de máxima seguridad del país. Aprendió a jugar al futbol con una sola pierna, y ahora es uno de los jugadores mas queridos del país. Aún le faltan 20 años mas para cumplir su condena.

- Yo solo pasaba por ahí.- dijo Agatha a la policía, la prensa y cualquiera que le preguntara al respecto.

Agatha y Wendy continuaron su amistad; Agatha detestaba que Wendy fuera tan sobreprotectora, ella entendía el porqué, pero no dejaba de incomodarla.

La puerta del estudio se abrió y salió Gloria Beltran, sus pies descalzos apenas hacían ruido en el suelo alfombrado, pero todos estaban al tanto de su presencia. Ella le dijo a Wendy que terminara de archivar los documentos. Randy se despidió de Agatha y fue a hacer sus deberes.

Gloria había ayudado a muchos fantasmas sin rumbo con algunos trabajos para mantenerlos ocupados. Esto era un beneficio para ambos: Los fantasmas encuentran un propósito, varios de ellos trabajan las 24 horas del día, y Gloria se ahorra la contratación de personal humano.

Los fantasmas son los mejores trabajadores para cualquier jefe explotador.

Agatha y Anthony eran los únicos empleados vivos que tenía en ese momento.

- Ustedes dos, a mi oficina. Ahora.- ordenó Gloria, manteniendo su estatus de jefa. Mientras estuviera en esa casa Agatha no era su sobrina; ni Anthony era un joven con quien se acostó un par de veces. Ambos eran sus empleados y esta era una empresa seria.

Mas o menos con lo último.