Aldo López era un
joven de 24 años que había sido promovido en su trabajo, lo que significaba un
mayor sueldo. Tenía en su bolsillo una cajita con un anillo muy caro. En unos
veinte minutos ese anillo estará en el dedo de su novia Verónica, quien en unos
meses se convertirá en su esposa. Aldo estaba parado cerca de un edificio en
construcción esperando un taxi. Miraba constantemente su reloj nuevo.
Un taxi se acercaba a
él, como el conductor respetaba todas las reglas de transito se movía
lentamente.
Estaba contando los
segundos para empezar a vivir.
Un ladrillo le cayó
en la cabeza matándolo inmediatamente. Para él el traslado de la vida a la
muerte fue como encender la luz de su dormitorio.
- ¿Se encuentra bien?- preguntó el albañil despistado que soltó el ladrillo sin querer.
Aldo tenía una fuerte
hambre de venganza, era lo único que podía sentir ahora mismo. Tenía en su
mente una infancia tan infantil como ilegal. Para eso necesitaba los servicios
de F.G.S.A. Gloria Beltrán escuchó pacientemente su historia tratando de no
reírse por la cruel ironía. Cuando Aldo terminó Gloria le ofreció un trabajo
administrativo en su casa. Aldo le respondió que lo pensaría y se fue.
Gloria se levantó de
su cómoda silla y caminó a la sala donde Agatha y Anthony estaban jugando un
juego de peleas y los demás fantasmas estaban divididos, cada uno apoyando a su
jugados favorito.
- Chicos, tienen trabajo.- gritó Gloria.
Mientras caminaban en
dirección a la casa del albañil Agatha pensó que esta misión era tan ilegal
como emocionante. Esta no era la primera vez que arrojaba un ladrillo a la
ventana de alguien, y puede que no sea la última. Compraron el ladrillo
guiándose en su peso y textura, asegurándose que causará el mayor daño posible
a la ventana. Agatha sacó un marcador negro y escribió “Pronto van a morir” en
el ladrillo con una mala letra (peor que la que tenía) y unos errores
ortográficos tan del orto que harían que cualquier profesor de lenguaje que se
respete se pegara un tiro.
“PHONTO BAN A MORID”
- Para darle un toque más macabro a la situación.- le explicó Agatha. Anthony entendía lo que quería hacer su amiga. Le gustaba y apoyaba la idea con toda moción.
La casita del albañil
le recordaba a la vivienda de los Gonzales en la serie “Al Fondo hay sitio”.
Era una casita de un solo piso de ladrillos. Parecía hecha por un niño gigante,
que en lugar de usar LEGOS usó ladrillos. La casita estaba pintada de blanco,
con varias marcas marrones causadas por los pelotazos de varios niños que no
median la fuerza de sus piernas. Aun así, la casita tenía un aire acogedor.
Sería más acogedora
si limpiaran las ventanas y quitaran esas horrorosas cortinas verdes que
causarían que cualquier diseñador de interiores le quitara el arma al cadáver
del profesor de lenguaje y se pegara un tiro.
Agatha sostenía el
ladrillo. Era tan pesado que el mero hecho de cargarlo la cansaba. Ni que decir
con arrojarlo. Consiguió arrojarlo medio metro de su posición actual. Anthony
era un poco más fuerte que Agatha. Lanzó el ladrillo; este chocó contra la
ventana, rebotó y cayó al suelo.
- ¿Qué diablos?
Los vidrios eran
nuevos, irrompibles y a prueba de balas. Resulta que los robos a casas se
volvieron populares en el barrio y por eso la familia del albañil hizo unos
ajustes a su casa para evitar los robos. Mientras Anthony pensaba en otro plan
Agatha recogió el ladrillo, se encontraba en perfecto estado.
Un sujeto delgado que
no dejaba de rascarse el brazo se acercó a Agatha. Sostenía un cuchillo
oxidado, con el que había cortado a algunas personas (incluso si ya le habían
entregado sus pertenencias). El sujeto estaba más enfocado en el bolso de la
chica que en ella, no la encontraba atractiva bajo ninguna circunstancia. Su
bolso parecía una empanada recién horneada y bañada con bastante azúcar en
polvo.
Puso su brazo en el
cuello de Agatha atrapándola. Anthony estaba tan sumido en sus pensamientos que
lo que le estaba ocurriendo a Agatha parecía ocurrir en otro planeta, según él.
- No te muevas.- exclamó el sujeto mostrándole el cuchillo oxidado.
Agatha desobedeció la
orden. Levantó la mano con el ladrillo golpeando sin querer la cabeza del
asaltante. El golpe lo mandó a otro mundo mucho más rápido que cualquier droga.
La serpiente huesuda que tenia de brazo aflojó el agarre del cuello de Agatha
soltándola. El asaltante cayó al suelo sin soltar el cuchillo.
- Esta misión se hizo más complicada.- dijo Agatha moderadamente preocupada por la salud del asaltante.
- Es absurdo, pero puede funcionar.- respondió Anthony, quien no se había dado cuenta de lo que había pasado.
Anthony se acercó a
la ventana, pasó por encima del cuerpo del asaltante como si fuera una bolsa de
basura. La familia del albañil hizo todo lo posible para que su casa fuera más
segura, pero se habían olvidado de un pequeño detalle: Cerrar las ventanas.
Anthony abrió una de las ventanas, le quitó el ladrillo a Agatha y lo arrojó
dentro de la casa destrozando una de las paredes.
- Misión cumplida-
Anthony se sacudía las manos dejando caer restos de un polvillo rojo al suelo-.
No hay nada mejor que la satisfacción de un trabajo bien hecho- dio un paso y
pisó la piedra más suave de la historia. Anthony se dio cuenta que estaba
pisando el estomago del asaltante-. ¿Quién ese ese?- le preguntó a Agatha.
Las luces
amarillentas interrumpieron la respuesta de Agatha. Una voz gruesa y
autoritaria gritó:
- ¿Quién anda ahí?
- Nadie.- respondió Anthony.
Los dos se fueron
corriendo. El albañil salió de la casa sosteniendo el pesado ladrillo, que
tenia unas manchas blancas, restos de la pared destrozada. Sus dedos musculosos
presionaban con fuerza el ladrillo. A diferencia de Agatha el albañil podía
sostenerlo por horas y lanzarlo a varios metros de distancia.
El ladrón se despertó.
Se frotaba la cabeza.
- ¿Qué ha pasado?
Vio al albañil
acercarse con rabia. Siguiendo su instinto de supervivencia levantó el cuchillo
y le hizo un corte en la cara. Eso no bastó para detener a la bestia que lo
culpaba la pared dañada. El ladrón regresó al mundo de los sueños gracias a un
fuerte golpe en la cara. Intentó hacer que soltara el cuchillo, pero le fue muy
difícil. Los dedos del ladrón parecían estar pegados a lo que antes era un
precioso cuchillo de cocina.
Varias luces se
encendieron en el barrio. Los vecinos salieron y vieron al albañil, con el
rostro ensangrentado golpeando a un sujeto con un cuchillo. Una rabia colectiva
se formó entre los vecinos, quienes ya estaban hartos de los robos (que
ocurrían unas dos veces al día). Culpaban a las autoridades, pero esta vez
encontraron a un chivo expiatorio con el cual desquitarse.
Los medios cubrieron
esta noticia durante horas.
- Casi matan a ese sujeto.- comentó Gloria. En la pantalla mostraba un fotograma de la noticia, cubierta por el Canal 4. Decía: “Ladrón con pésima ortografía fue apalizado por vecinos” y se mostraba al ladrón desnudo y amarrado apunto de recibir el latigazo número 50.
Seguido de un clip de
video que mostraba a una reportera que decía que el ladrón clamaba inocencia
(en pasado porque ya no podía clamar nada ya que le rompieron los dientes a
base de golpes).
Los dos no estaban
impresionados por la noticia. Agatha recordaba haberla visto. No recordaba ni
cuando, ni donde (en su casa). Le dolía tanto la cabeza.
- Es un ratero, ¿A quién le importa?- comentó Anthony con indiferencia.
- Solo quiero decir que todo fue en defensa propia. El desgraciado intentó robarme. ¡A mí! A una inocente trabajadora que solo tiene 120 soles en su cuenta bancaria.
- No era necesario que aclararas esto.
- ¿Cuándo nos vas a pagar?- preguntó Anthony.
Gloria ignoró la
pregunta presionando un botón de su teclado y haciendo aparecer otra
diapositiva: Una casa, mucho más grande y bonita que la casa del albañil.

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