domingo, 18 de julio de 2021

Buena punteria. Capitulo 1: La chica que solo quería dibujar.



 “Lima ha despertado con una espeluznante noticia. El líder del polémico partido comunista: “País rico, pueblo rico” Federico Gastón fue asesinado, junto con los demás miembros del partido, en la sede de su partido ubicado en El Agustino. Se sospecha que el delito estuvo relacionado con el robo de armas al cuartel del ejercito peruano ocurrido hace una semana.”

 “Lo que están a punto de ver puede afectar a los más sensibles. Mantengan la discreción.”

El interior del almacén era un recopilatorio de pixeles rojos. Todas las paredes estaban bañadas de sangre. El slogan, escrito en rojo, del partido: “Riquezas para todos” se había manchado de sangre y ahora se leía: “Riquezas para el topo”. El cuerpo decapitado de Federico Gastón estaba en el centro de una mesa, como si fuera el plato fuerte de un gran banquete soviético. Su cabeza se encontraba encima de un plato, junto con una generosa porción de pollo a la brasa a medio comer.

El resto de cadáveres estaban esparcidos por el suelo. Ninguno conservaba sus extremidades completas.

Unas gotas de sangre cayeron del techo a la cara de la periodista. Ella tuvo que salir a vomitar. Una vez se hubo recuperado continuó informando:

 “En una reciente entrevista con el jefe de la comisaria de El Agustino nos enteramos que una bolsa de armas ha sido robada. Sospechamos que ese fue el principal móvil de tan grotesco crimen. Seguiremos informando.”

Un trozo de tostada con mantequilla se cayó de su boca y cayó encima de su taza de café con leche. Alejandra la pescó con los dedos y se lo comió.

- No hagas eso - le dijo su madre. Ella le estaba peinando su corta cabellera castaña. Buscaba que su hija luciera un poco más presentable. Alejandra había tenido que levantarse, ducharse y cambiarse en tiempo récord (menos de diez minutos). Todo gracias a que había dormido más de la cuenta-. ¿Hiciste tu tarea?

- Hay personas horribles en este mundo.- respondió Alejandra intentando esquivar la pregunta. El comandante de la policía seguía hablando sobre el crimen.

- No cambies de tema, ¿Hiciste tu tarea o no?

Antes de que Alejandra pudiera responder el celular de su madre sonó, una canción del grupo Abba. Era uno de sus clientes. Soledad era una Coach virtual de empresarios.

-          Termina rápido tu desayuno y vete que vas a llegar tarde.

Alejandra salió solo para volver a entrar. Se había olvidado de su mochila.

Alejandra salió solo para volver a entrar. Se había olvidado de su lonchera.

-          ¡Vete ya!- exclamó su madre-. No, no estoy hablando de ti. Por favor no cuelgues…

Alejandra salió con la idea de que se había olvidado algo. Hoy era viernes y su lonchera consistía en un sándwich de jamón, un jugo y una manzana. Todos los días recibía los mismo, la única diferencia eran las frutas. Cada día de la semana recibía una fruta diferente. Los martes era su día favorito. Recibía un táper lleno de trozos de sandía.

Alejandra caminó a la escuela. Se topó con otros estudiantes que también hacían lo mismo. Iban en grupos donde hablaban y conversaban. Alejandra sufría de dolores de cabeza y no tenia ganas de socializar, menos que de costumbre. Y el sentimiento solía ser mutuo. Debido a su comportamiento errático y a su capacidad de enojarse con suma facilidad Alejandra no era del agrado de todos. Ella podía enojar porque una maquina se comió su moneda y no le entregó su preciada barra de chocolate, o porque alguien se atrevió a criticar los errores anatómicos de sus dibujos.

Hoy no tenía ganas de nada porque se había desvelado el día anterior. Apenas había dormido unas dos horas. Alejandra bostezó cubriéndose la boca. Entró al colegio y se dirigió a su salón. Se asombró de haberlo encontrado a la primera. Con el cansancio su mente no funcionaba a toda su capacidad, le mandaba pistas y dejos de información que ella no había solicitado.

Alejandra maldijo a Ricardo, su mejor amigo, un chico delgado y de corta cabellera negra. Usaba unos lentes que a Alejandra les recordaba mucho a los lentes de su abuela. Ricardo era un año menor que ella (14 años). De hecho, todos los de su salón eran un año menor que ella.

Alejandra tenia quince años, pero se vio obligada a repetir de año debido a su baja calificación.

Fue Ricardo quien le pidió jugar un poco antes de dormir. Alejandra se negó al principio. No porque fuera una niña buena que quería llegar a tiempo a la escuela y hacer sus deberes, sino porque (bajo amenaza) tenia que mejorar su calificación.

- Por favor amiga. Me van a operar en unas horas.- dijo Ricardo.

A Ricardo le detectaron unas complicaciones en el apéndice y tenían que extirpárselo antes de que complicaran aun más. Alejandra suspiró. Después de esto Ricardo no tendrá cara para decirle que es una mala amiga.

- Esta bien. Pero solo media hora.

Esa media hora se convirtió en seis horas.

Bostezó y maldijo estar viva. Las luces del salón eran muy fuertes. Se frotó los ojos para ajustarlos mejor a la luz. El salón estaba lleno de estudiantes que charlaban y reían. El profesor no estaba así que los alumnos disfrutaban de un poco de libertad.

En las paredes había una tabla periódica, un mural con los acontecimientos más importantes de la historia peruana (toda la sección de los 90 estaba repleta de buenas noticias), una tabla de ecuaciones y algunas imágenes con varios héroes de la patria.

Alejandra ubicó su asiento. Ella se sentaba junto a Ricardo, pero él no iba a ir a clases toda la semana. Una chica rubia ocupaba su asiento. Era mucho más alta que Alejandra y tenia una mirada perdida.

Ella miraba a Fernando Sierra, el deportista de la clase y orgullo del colegio. Era alto, atlético, guapo e inteligente (era el mejor estudiante de la clase); una combinación que todas las chicas del salón (excepto por Verónica que es lesbiana) encontraba atractiva. Alejandra frunció el ceño, sus ojeras se dejaron notar. Quería que dejara de prestarle atención a Fernando por unos minutos para que le diera permiso.

Alejandra se aclaró la garganta con fuerzo. Esto captó la atención de algunos estudiantes, menos de la rubia, quienes se alejaron de ella. Pensaron que tenía un virus corrosivo. Esto enfadó aun más a Alejandra.

Ella le dio una leve patada en el tobillo. La rubia levantó la cabeza para mirar a los ojos a Alejandra. Sus ojos parecían estar en un permanente estado de confusión.

- ¿Podrías darme permiso para que yo pueda sentarme?

La rubia miró el asiento vacío que estaba a su lado y a Alejandra. Repitió el proceso tres veces más. Le tomó exactamente diez segundos hacer las conexiones adecuadas.

- Si…claro.

Se puso de pie y dejar pasar a Alejandra. La rubia se desplomó en el asiento. La silla crujió de una forma preocupante. Alejandra dejó de prestarle atención a ella y al resto del mundo. Abrió su mochila y sacó su cuaderno de historia, su libro de historia y un cuaderno forrado con un papel lustre repleto de personajes de Marvel y DC y su cartuchera. Su cuaderno tenia varios dibujos que iban desde retratos, animales, plantas, casas y varios superhéroes de Marvel y DC.

Alejandra amaba dibujar.

Esa era su verdadera pasión. El profesor entró al salón y Alejandra cerró el cuaderno de golpe haciendo que el ruido que llamó la atención de su compañera. Ella volteó y su cola de caballo la golpeó en la cara. Ella la regresó con dureza.

Alejandra no tuvo que se Sherlock Holmes para deducir que no le gustaba tener el cabello amarrado.

- ¿Te sientes bien?- le preguntó la joven.

Alejandra le respondió que estaba bien. En realidad, no quería que le preguntase.

El profesor de historia era un practicante diez años mayor que Alejandra, vestía un traje barato y estaba recién afeitado. Alejandra, quien estaba sentada en el ultimo asiento, pudo sentir el olor de su loción para afeitar. El profesor saludó y todos respondieron con un saludo muerto. Comenzó a pasar lista. Todo fluía como la seda hasta que llamó este nombre:

- Sandra. Sandra Martínez.

Nadie respondió. El profesor llamó dos veces más. Mismo resultado.

Alejandra vio la libreta de asistencia de la rubia. Vio el nombre de Sandra Martínez. La rubia seguía pendiente en su propio mundo. Alejandra se preguntó si la chica era autista. Le tocó el hombro a la rubia para llamar su atención. Para Alejandra ella era como un cachorrito que perdió a su familia.

Decidió ayudarla de la mejor manera posible.

Le señaló su nombre en la libreta.

Sandra se dio cuenta que su nombre era Sandra Martínez. Se levantó y gritó “PRESENTE”. El profesor marcó su nombre, le dijo que la próxima vez prestara más atención. Sandra se limitó a asentir.

La clase comenzó. El profesor hizo un diagrama con los eventos más importantes de La Guerra del Pacifico. Alejandra no estaba prestando atención. Tenia un examen muy importante en unos días.

- ¿Para qué? Si ya tomé esa clase el año pasado.- se preguntó a sí misma.

Alejandra se enfocó en lo que realmente le importaba. Abrió su cuaderno de dibujos y comenzó a dibujar. Al principio quiso dibujar a Spiderman, pero descartó la idea. Ya tenia varios dibujos del trepa muros. Optó por algo más desafiante. Iba a dibujar al profesor en su pupitre mientras daba clases.

El pupitre le salió perfecto, le añadió las imperfecciones causados por varios años y varios profesores. Dibujó al profesor, unos veinte años más viejo, arrugado y calvo. Tenia un globo de texto encima de su cabeza que decía: “He desperdiciado mi vida.”

Sandra dejó de mirar a Fernando para enfocarse en el dibujo de Alejandra.

- Dibujas muy bien.- dijo Sandra en voz baja.

- Gracias.- respondió Alejandra sorprendida. No había recibido ningún elogio respecto a sus dibujos. La única persona que la elogiaba era Ricardo, él único al que Alejandra permitía ver sus dibujos. Ricardo solo lo hacia por compromiso, un día le admitió que no le gustaban mucho sus dibujos.

La punta del lápiz de Alejandra no pudo resistir tanta presión y se rompió. Alejandra maldijo en silencio. Revisó su cartuchera para darse cuenta que se había olvidado de su tajador. Alejandra volvió a maldecir.

¿Cómo puedes ser tan descuidada?, se preguntó.

Te puedes olvidar de tu libro de inglés, pero jamás de tu tajador.

Alejandra vio la cartuchera de Sandra. Estaba gorda por todas las cosas que contenía. Tal vez ahí dentro haya un tajador, pensó Alejandra. Sandra tenia los ojos fijos en ella, cosa que la incomodó bastante. Ella no toleraba que alguien la este mirando por más de diez segundos. Alejandra hubiera preferido que Sandra mirase con ojos devoradores a Fernando, como cualquier chica. No solo del salón, sino de todo el colegio.

- Disculpa, ¿Por casualidad no tendrás un tajador que me puedas prestar? Lo necesito para mi lápiz, para terminar mi dibujo. Quiero terminarlo antes de que acabe la clase.

Los ojos de Sandra se convirtieron en dos enormes bolas de billar, y su boca se convirtió en una cueva turística para moscas. Su rostro era la perfecta expresión de emoción y alegría. Era como si todas las navidades se hubieran convergido en un solo momento. Este.

Alejandra estaba incomoda. Dentro de su cabeza sonaba una alarma que le advertía que por nada del mundo se vaya a acerca a ella, que el tajador sea lo único que le vaya a pedir el resto de su vida. O del año escolar.

- ¿Te encuentras bien?

- Eres tú. Por fin te he encontrado.- dijo Sandra. Estuvo guardando esas palabras por un buen tiempo.

No era la respuesta que Alejandra esperaba.

- ¿Qué?- preguntó confundida.

Sandra se puso de pie. Alejandra no se dio cuenta que le había quitado su cuaderno hasta que fue demasiado tarde.

- ¡Esta aquí! La he encontrado.

- ¿Qué diablos estás haciendo?- Los ojos de Alejandra se enfocaban en el cuaderno que bailaba en la mano de Sandra, movido por el viento y los movimientos de la muñeca de la rubia.

Alejandra se levantó de la silla para unirse a la celebración. Todos se enfocaron en ellas. Alejandra saltaba para recuperar su cuaderno, pero Sandra lo tenía demasiado alto, con el brazo bien estirado. Las yemas de los dedos de Alejandra apenas tocaban el cuaderno. Era imposible para Alejandra alcanzarlo.

Sus problemas no terminaban ahí.

El profesor, celoso de que no le estuvieran prestando atención, se unió a la celebración.

- ¿Qué está pasando aquí?

De repente Sandra se dio cuenta de un error garrafal. “Maldita sea, tenia que mantener un perfil bajo”. Lo que acababa de hacer era lo contrario a un perfil bajo. Sandra bajó el brazo, junto con el cuaderno. Alejandra quiso aprovechar esta oportunidad para recuperar su preciado dibujo, pero el profesor se le adelantó.

El profesor lo vio por unos segundos.

- Muy bueno – comentó. Alejandra enrojeció ante el elogio falso. El profesor levantó el cuaderno y dijo:- Miren chicos, tenemos a una artista por aquí.

El profesor tenía el dedo cubriendo el globo de texto que decía: He desperdiciado mi vida. Solo quería que se burlasen de Alejandra, no de él. Y fue muy exitoso en ese aspecto. El salón se llenó de risas a expensas de Alejandra. Ella solo se limitó a mirar abajo. Sandra estaba confundida.

- Con razón eres la peor estudiante de la clase- dijo el profesor-. ¿Cómo no vas a serlo si la pasas dibujando tonterías en lugar de prestar atención a mi clase?

- Oiga… profesor- Sandra esperó haber acertado con la profesión del maestro-.¿Por que la está regañando? No sabe que es una artista. Ella- señaló a Alejandra- está destinada a grandes cosas.

Las risas cesaron. Todos se quedaron expectantes ante un posible debate entre dos mentes maravillosas. El profesor tenia una respuesta en la punta de la lengua: “Porque es mi clase y están prohibidas las caricaturas ofensivas hacia mi persona.”

- Por tu maldita culpa.- dijo Alejandra arrastrando las palabras por la ira.

Obviamente no se refería al profesor.

Alejandra le dio un fuerte golpe en la quijada a Sandra. Fue un golpe sigiloso que hizo que Sandra retrocediera unos pasos. Varios grabaron la escena. Un video viral para YouTube viene en camino.

- ¡Se acabó! ¡Las dos a la dirección! ¡Ahora!- exclamó el profesor furioso.

Antes de salir Alejandra le preguntó al profesor por su cuaderno de dibujos. Pensó que el solo preguntarlo lo haría enojar más. Abriría el cuaderno y lo rompería en pedazos. Tenia la autoridad y podía salirse con la suya.

- Búscame después de clases y te lo regreso.

Ambas fueron a la oficina del director. Alejandra detestaba todo lo relacionado con Sandra. Detestaba su altura. Detestaba su mirada confundida. Detestaba sus brazos musculosos. Detestaba su cabeza redondeada. Detestaba su cabello rubio y su estúpida cola de caballo. Y lo más importante detestaba que la estuviera siguiendo. Tenia que hacerlo Sandra no sabia donde estaba la oficina del director.

La conducta de Alejandra era Inadmisible. Como castigo tenia que traer a sus padres el lunes al colegio para hablar con el director sobre su desempeño escolar y su conducta en general. El estar golpeando estudiantes raras era inaceptable en El Colegio Nuestra Señora de Guadalupe.

Sandra también recibió el mismo castigo. Sandra hizo bola la citación y se la comió. Alejandra la miró con la boca abierta, una ceja levantada y los ojos dilatados.

- ¿Qué estás haciendo?- preguntó.

- Estoy escondiendo la evidencia.- respondió Sandra.  

- Galactor, ¿De dónde vienes y como te acostumbraste a nuestra forma de vida?- dijo Alejandra en voz baja.

- ¿Qué dices?- preguntó Sandra con la boca llena.

- Nada. Nada.-Alejandra no quería admitirlo, pero también estuvo tentada a hacer lo mismo.

Sandra terminó de comer y se limpió la boca con la manga de su chompa.

- Tengo que hablar contigo de algo muy importante.

- Déjame en paz. No quiera nada que ver contigo.

Durante el resto del día Alejandra estuvo evitando a Sandra. Pidió al profesor para cambiarse de asiento. Para la mala suerte de Alejandra se sentó con Verónica, una chica que estaba enamorada de ella. Cada vez que podía le tocaba la mano, como si fuera a proponerle matrimonio.

- Las manos de un artista.

Alejandra quiso darle un golpe en la cara (el amor duele), pero se contuvo. No quería otro paseo a la oficina del director. Sandra se sentó con una chica con pensamientos (y acciones) suicidas llamada Lucy, durante toda la clase le estuvo contando todo tipo de historias relacionadas con la muerte.

- Interesante.- decía Sandra cada cierto tiempo para dar a entender que estaba prestando atención.

- El intentar ahogarse con una bañera con las venas abiertas es cualquier cosa menos interesante.- dijo Lucy con el ceño fruncido, la única emoción que mostró en todo el día.

- Entonces es mojado- respondió Sandra-. ¿Realmente lo hiciste?

- Si, aunque no tenemos una bañera así que tuve que intentarlo en la ducha.

- Interesante.

En el recreo todos estaban en el patio comiendo todo tipo de alimentos, los estudiantes aprovechaban esta media hora de clases para revisar su celular. Alejandra no fue la excepción, usualmente aprovecharía para avanzar con sus dibujos, pero no tenia su cuaderno. Se sentía incompleta sin él.

Sandra fue con dos hamburguesas al asiento de Alejandra. Se sentó a su lado.

- No sabía que las hamburguesas fueran tan baratas. De donde yo vengo este tipo de carne es muy valiosa… ¿Quieres?

Alejandra tiró la hamburguesa de un manotazo. Esta cayó al suelo casi intacta. Se levantó y se fue. Sandra la siguió con sigilo y comiendo la otra hamburguesa. Ambas fueron al otro lado del colegio, una zona poco vigilada por los profesores. Lo que vio la sorprendió.

Alejandra estaba en el suelo. Frente a ella estaba un chico obeso con granos en la cara tan grandes como sus ojos (cubiertos por unas mejillas regordetas), pero que dejaban ver unos moretones cerca de los parpados.

- Miren a la artista.- dijo el chico.

- Vete a la mierda Alberto.

- Una artista malhablada.

Alejandra se levantó lentamente. Cuando estuvo de pie Alberto la volvió a empujar haciéndola caer de trasero al suelo.

- Tú te levantas cuando yo te lo digo.

- ¿Eso lo aprendiste de tu papá?- le preguntó Alejandra con una sonrisa. Alberto quería tirarle todos los dientes a Alejandra, eso sí lo había aprendido de su papá (e indirectamente de su mamá). Era bien sabido por todos en el colegio que Alberto no la pasaba bien en casa. Con un padre con mucho tiempo libre y siempre borracho las cosas no podrían irle peor… solo podrían empeorar si su padre fuera tan fuerte como La Roca.

Las mejillas de Alberto se encendieron al rojo vivo. Le mostró una dentadura desigual. Alejandra no pudo burlarse al respecto. Ambos necesitaban urgentemente ir al dentista.

- Cállate zorra- Alberto se rio de su propio insulto-. He visto el dibujito que me dedicaste en Facebook.

Era un dibujo parecido a los carteles de “Se Busca” de las películas del viejo Oeste. Alberto era “buscado” por ser un imbécil y la recompensa era un billón de intis.

Alberto se puso de rodillas y levantó la cabeza de Alejandra del cabello obligándola a acercar su cara a la suya.

- Escúchame muy bien. Cuando salgamos del colegio me las vas a pagar todas. No habrá nadie que te proteja.- dijo. Su aliento apestaba a queso expuesto al sol por una semana.

- No te tengo miedo, animal.- exclamó Alejandra.

Alberto la escupió en la cara. El espeso liquido le cayó a una ceja. Ricardo la soltó y se fue. Quería seguir, pero su vejiga se lo impedía. Entró al baño de hombres y se chocó con alguien que no era un hombre.  

Sandra.

- Hola.

El resto del día ocurrió con suma normalidad. La campana del fin del día sonó y todos salieron. Todos menos Alberto, no se supo de él desde que entró al baño para calmar una necesidad. Sandra esperó a que saliera Alejandra, pero ella se demoró más de lo esperado. Eso se debió a que Alejandra tuvo que esperar a que el profesor de historia termine su clase para que le devuelva su cuaderno de dibujos.

Este le regresó su cuaderno. Alejandra lo recibió como una madre recibiría a su hijo después de que este haya sido secuestrado por tres meses. Lo abrazó con todas sus fuerzas.

- Tienes talento, pero las clases no son para dibujar - “dos elogios; este día no estuvo tan mal”, pensó Alejandra-. No estoy desperdiciando mi vida. Los maestros no desperdiciamos nuestras vidas al aceptar este trabajo.

Alejandra no supo que decir. Era solo una estúpida broma, ¿Por qué se lo estaba tomando tan en serio? Alejandra le dio las gracias y salió del salón. Al salir del colegio se llevó con la desagradable sorpresa que Sandra lo estaba esperando.

Esto hizo enfadar a Alejandra.

- Qué bueno que te encuentro. Hay algo muy importante que quiero decirte.

- Primero déjame que te diga un par de cosas, ¿De acuerdo?

- De acuerdo. Hablas tú y luego…

- Cállate. Hablo yo y nada más. No me agradas en lo más mínimo y no quiero saber nada de ti. Eres responsable de uno de los momentos más vergonzosos de mi vida- Alejandra tomó un poco de aire-. Si tienes algo importante que decirme guárdatelo porque no me interesa.

Alejandra siguió su camino empujando a propósito y se fue a su casa. Solo vivía a unas cuadras del colegio. Solo tenía que rodear una cancha de futbol a medio construir para llegar a casa. Alejandra pensaba en que hacer el fin de semana. Dejará el problema de la citación para el domingo a las 11:59 pm. Y si tiene mucho sueño, para el lunes a las 6:59 am.

Había cosas más importantes pasando por su cabeza: los videojuegos, las películas y su comic. Alejandra estuvo trabajando en un comic dibujado a mano y que escaneaba para subirlo a su blog (Los garabatos de Alejandra). Era una historia de un pato superhéroe (llamado creativamente “Super Pato”)que se enfrentaba a diversas amenazas como un Gato Gánster o un pollo radiactivo.

Alejandra levantó la cabeza para mirar ese enorme silo que algún día se convertirá en una cancha deportiva. Ese silo de tierra existía desde que ella tenía uso de razón. La promesa ha pasado de alcalde a alcalde, pero ninguno se dignó a cumplirla.

Alejandra recordaba ver las noticias con su padre. Era un escandalo político relacionado con el alcalde del distrito donde vivía Alejandra. Era un escandalo que involucraba al alcalde, una chica cinco veces más joven y una piscina.

- Ese cerdo es tan gordo que me sorprende que haya cabido en la piscina.

- Tal vez sea una piscina olímpica.- respondió Alejandra.

El padre de Alejandra rompió en carcajadas. Su hija lo acompañó.

- Con la plata que tiene no me sorprendería que tuviera una.

El alcalde se vio obligado a renunciar. Antes de irse prometió construir la cancha de futbol. Lo iba a hacer por los niños. Con los escándalos eso cobraba un nuevo significado.

Eso fue hace un año.

Unos gritos de auxilio sacaron a Alejandra de sus pensamientos. Provenían del silo. En el centro del mismo estaba un punto gris y dos puntos negros. Esto parecía una clase de química en la que hablaban de los átomos.

Alejandra se frotó los ojos para poder ver mejor. Estos puntos comenzaron a tomar una apariencia más humana.

- Que carajos…

Era Sandra. 

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