domingo, 25 de julio de 2021

La quinta misión. Capitulo 8: El licantropo

 


Todas las chicas aplaudieron en un constante estado de júbilo. En ningún momento de sus vidas rutinarias se sentían felices, al menos no comparado como ahora; cuando le rinden tributo al licántropo.  

- Todas sabemos lo que vamos a hacer hoy, ¿Todas recibieron sus agendas?

Todas las chicas sacaron sus agendas de sus túnicas blancas.

- Bien. Primero haremos el sacrificio o recibiremos a un nuevo miembro a nuestro equipo. Eso depende de nuestro querido lobo. Si es lo segundo, siempre tenemos sacrificios para rato. ¿No es así, Rita?

Rita asintió. Estaba embarazada y estaba dispuesta a sacrificar a su hijo no nato con tal de satisfaces al lobo.

- Estupendo. El licántropo estará contento con tu sacrificio. Y recuerden no piensen en los sacrificios, piensen en las recompensas. Cuando las recibamos se darán cuenta que todo habrá valido de la pena.

Rita asintió con más vigor. Tenía lágrimas en los ojos. Lo que sea por el licántropo.

- Si la chica llegara a formar parte de nuestro grupo tendremos que seguir con el protocolo. ¿Doctora Carmen, trajo la indumentaria?

La doctora Emily Carmen era una veterinaria. Levantó una maleta. En ella había diferentes tipos de vacunas y venenos antipulgas. Pero no solo había medicamentos de su profesión, también llevaba consigo un libro que decía: “Hipnosis para Dummies”.

- Excelente. Como ustedes sabrán, chicas. Después de la iniciación sigue la diversión. Shelly, ¿Trajiste lo necesario para la orgia?

- SI, señora.- Shelly trabajaba como voluntaria en un albergue de animales. Era una abogada especializada en divorcios por infidelidad.

- Daremos por finalizada nuestra reunión con la sesión de películas. Ustedes mismas votaron entre Wolfen, Aullidos y Un Hombre lobo americano en Londres. Y tenemos un ganador indiscutible, con más del 80% de los votos a su favor. Hoy vamos a ver Un hombre lobo americano en Londres.

Todas aplaudieron de alegría, salvo por una que estaba en el fondo.

- Yo quería ver Aullidos.- dijo con pena y decepción.

- Para otra vez será, cariño- dijo la anciana solo para calmarla-. Ya no hay nada más que agregar. Que comience la ceremonia.

Todas las chicas se pusieron a aullar en honor al lobo blanco. Casi todas las chicas estaban felices, salvo por dos. Ambas retiraron las sabanas de la jaula. Los aullidos aumentaron ante la presencia de la criatura. Un enorme lobo blanco estaba de pie dentro de la jaula, como si estuviera esperando a que se retiraran las sabanas. El lobo blanco tenía las patas traseras más gruesas que las delanteras, y era mucho más grande que cualquier lobo blanco que uno encontraría en Google imágenes.

Tenía unos ojos amarilloso viciosos que causarían pánico a cualquiera que lo mirase por unos segundos. Un par de colmillos se dejaban ver en su boca semiabierta. Las luces de dos internas hicieron que el animal se ponga a rugir y aullar. Le faltaba un ojo y tenía un gran corte en diagonal en donde debería estar su ojo derecho.

El lobo blanco tenía un grillete de metal en su cuello.

La jaula se abrió y el animal salía con pasos curiosos, pero limitados. Ambas chicas (Carla y Agustina) eran las más fuertes del grupo. Jalaban las cadenas con todas sus fuerzas. El resto de las chicas se alejaron del lobo a una distancia prudencia, rompiendo el circulo momentáneamente para dejar pasar a la bestia.

El sacrificio estaba frente a él.

Agatha estaba parada en medio del círculo de mujeres. Sus muñecas estaban atadas de tal forma que sus manos formaban un puño gigante. Su tobillo derecho estaba atado a una gran roca. Huir era imposible. De todas maneras, Agatha no podría dar más de dos pasos coherentes sin caerse de cara al suelo y masticar tierra. Los efectos de la droga que le había dado María aún se mantenían en su sistema.

Agatha se frotó los ojos con su puño lo máximo que pudo. Eran los ojos que aparecerían en un anuncio de propaganda para evitar el consumo de drogas. Agatha veía a un perrito blanco en 144p de resolución. Sonrió ante la presencia del canino. Se puso a silbar para llamarlo. Agatha siempre había amado a los perros. Le hubiera gustado tener uno en su apartamento, pero el tener una vivienda tan pequeña y un compañero alérgico hacían que la tenencia de una mascota canina fuera imposible.

Problemas de compartir la habitación con alguien más.

El lobo blanco se acercó a Agatha. Ella se rio al sentir la humedad de su hocico chocando con sus brazos. El lobo blanco la olfateo por unos segundos.

El círculo de chicas se había vuelto a formar.

-          Vean chicas- explicó la anciana- como el licántropo está a punto de dar su veredicto. En unos segundos sabremos si será una de los nuestros o un delicioso bocado para el lobo. ¿Tienen la carne?

Una de las chicas levantó una bolsa de papel, con un fondo mojado.

El animal dejó de olisquear el cuerpo de Agatha. Abrió la boca para mostrarle una gama de dientes mortíferos y un aliento espantoso (un problema imposible de resolver, algunas chicas intentaron lavarle los dientes). Agatha todavía conversaba una expresión ingenua ante la presencia del animal. Dentro de su cabeza el animal era más pequeño, adorable y doméstico. Levantó el puño con la intención de acariciarlo, pero el lobo actuó primero. Le dio un fuerte mordisco en el cuello matándola de inmediato.

Agatha cayó de espaldas al suelo, esbozando media sonrisa

El lobo blanco comenzó a devorar el resto de su cuerpo.

- El licántropo ha tomado su decisión.

Ninguna reaccionó, no quería interrumpir al licántropo mientras come, eso sería descortés. El lobo blanco abrió el vientre de Agatha con los dientes desparramando el suelo con sus vísceras. Le mordió un brazo. Le mordió el otro brazo. Le mordió la pierna derecha. La izquierda. No se decidía.

Se comió parte del cuerpo de Agatha. Estaba satisfecho. Todas las chicas vieron el grotesco espectáculo con una emoción contenida. Una vez el lobo blanco este de regreso en su jaula, durmiendo gracias a las drogas, las chicas celebrarían, gritarían y aplaudirían. El ritual había sido un éxito y el lobo había recibido su ofrenda.

-          ¿Tienen la carne?- preguntó la anciana.

El lobo escuchó la palabra “carne”, tenía la suficiente inteligencia como para saber que significaba en este contexto. Miraba con odio a las mujeres: lo capturaron, torturaron y llenaron de todo de drogas que lo mantenían cansado y aletargado. Cualquier comida que le daban le provocaba sueño.

Esperaba el momento de escapar y poder vengarse.

El escape comenzó con un estornudo. Una pequeña ráfaga de viento apareció, acompañada de un poco de polvo. No fue ningún problema para las chicas, estaban bien abrigadas. Salvo por Carla, quien era alérgica al polvo. Comenzó con un estornudo y le siguieron otros diez más. Sin querer soltó la cadena.

El licántropo se dio cuenta. Agarró la cadena y jaló con todas sus fuerzas haciendo que Agustina perdiera el equilibrio, cayera y también soltara la cadena. Estaba libre y no iba a desaprovechar esta oportunidad. Se lanzó encima de la anciana, la lideresa del grupo. Para ser la lideresa nadie se atrevió a defenderla. Su boca era tan grande que la cabeza de la anciana cupo en ella fácilmente. Le arrancó la cabeza de un mordisco. El cuerpo cayó al suelo como si le hubieran arrancado la batería de golpe.

 El lobo arrojó la cabeza hacia el otro lado; donde estaba paradas algunas mujeres, congeladas por el miedo.

El lobo aulló con fuerza. Las chicas lo interpretaron como un: “En sus marcas, listos, FUERA”. Todas corrieron en diferentes direcciones. El lobo persiguió a las que estaban más cerca. Tenía en su mente matar a la mayor cantidad de mujeres que podía. Era mucho más rápido que ellas.

A una le dio un fuerte arañazo en la espalda.

La cacería había comenzado. Las que poseían un vehículo, que eran pocas, se subieron a sus respectivos autos y dejaron subir a las que podían. Arrancaron. Algunas consiguieron llegar a la carretera; otras aprendieron que el miedo no era un buen acompañante a la hora de conducir y chocaron con el primer árbol y vehículo que tuvieron al frente.

Julia revisaba su bolso, repleto, desesperada. Estaba buscando sus llaves. Dejó de hacerlo cuando se dio cuenta, con horror, que las llaves se encontraban dentro del auto. Al intentar abrir la puerta una poderosa alarma, recién instalada sonó. Esta llamó la atención del lobo que se lanzó encima de ella.

María estaba en el suelo. Su mano presionaba su cuello con la intención de detener la salida de la sangre. El licántropo le había dejado su firma en el cuello con sus poderosas garras. Levantó la cabeza y vio el cadáver de Agatha.

 “Cadáver”

Se quedó asombrada al ver como movía los pies.

A pesar de que algunas consiguieron huir el licántropo se cobró a un generoso número de víctimas. Era mucho más rápido, fuerte y despiadado que cualquiera de las chicas. Los cuerpos estaban esparcidos en el suelo, había matado a casi todas las chicas.

Rita, la embarazada, se había escondido dentro de su camioneta, en compañía de unos perros. Tenía la puerta cerrada. Buscaba las llaves, pero estas se habían caído después de todo este pandemonio. Estaba atrapada.

Pero podía defenderse.

Buscó entre sus herramientas y se topó con una vieja navaja. Abrazó a uno de sus perros y este le devolvió el saludo con una lamida en la cara.

- Lo siento amiguito.- le dijo al animalito y lo dejó salir.

El perrito caminaba por territorio desconocido, mirando por todas partes y guiándose por el olor. El olor era una mala guía, solo se encontraba con un olor a muerte. Un fuerte olor a sangre se le acercaba a suma velocidad. Antes de que tuviera tiempo de voltear, mucho menos huir, el perrito ya se encontraba dentro de las fauces del licántropo.

Rita vio por la ventana como el lobo se devoraba al perrito. Escuchaba como los dientes de la bestia masticaban la carne del perrito y pulverizaba sus huesos. Ella abrió la puerta de la caravana suavemente. Se acercó al animal con lentitud con la intención de apuñalarlo cuantas veces sea posible.

Solo lo apuñaló una vez.

Enterró el cuchillo en la espalda de la bestia. El licántropo aulló de dolor, algunos restos del perrito se cayeron de su boca. El lobo se puso de pie, su sombra cubrió por completo a una encogida Rita. El mango del cuchillo se sostenía en su espalda, Rita había usado todas sus fuerzas en esa puñalada. El licántropo sacó el cuchillo de su espalda y miró con ojos furiosos a Rita.

El lobo era mucho más fuerte que ella. La decapitó con el mismo cuchillo, para él fue como cortar un trozo de mantequilla ligeramente duro. Solo tenia que ponerle un poco de maña. La mujer embarazada se desplomó en el suelo. El licántropo vio el monumental vientre. Lo primero que pasó por su cabeza fue: Estupendo. Más comida.  

Varias chicas murieron ese día. Algunas consiguieron escapar, pero el licántropo se dio por satisfecho. Era libre. Vio el cadáver de Agatha, ella movía los pies como si estuviera escuchando una canción que le gustaba. Tenia arañazos y mordeduras en todo su cuerpo. Su estomago estaba abierto y sus entrañas, fuera.

El licántropo se acercó al cuerpo de Agatha. Lamio su rostro y se fue. Desapareció en los bosques.

Agatha abrió los ojos dos horas después. Sus entrañas habían regresado al interior de su cuerpo. La herida estaba casi cerrada, salvo por una marca roja bajo el vientre. Le costó mucho levantarse, no sentía dolor alguno. Debería sentirlo y mucho. Su cuerpo seguía estando destrozado, varias partes estaban al rojo vivo y otras tenían el hueso al descubierto.

Ella vio los cadáveres. Levantó las manos. Tenia ocho dedos, dos en construcción. Le faltaban como veinte dedos para contarlos con la mano. Bostezó y caminó por un camino de muerte. Sin querer pisó la mano de María. No escuchó ninguna queja, pero bastó para alertarla.

- Lo siento.- dijo Agatha.

Se puso de cuclillas y le tomó la mano lastimada.

- Buena reunión. Me divertí mucho.

Se alejó del lugar. Sus heridas se fueron cerrando hasta que no pudieran considerarse como “heridas”. Caminó un poco. Estaba desnuda y no se había dado cuenta hasta que sus nervios se pusieron a trabajar. Un ventarrón le puso la piel de gallina. Ella lo sintió como un latigazo en la espalda. Agatha llegó a una casita que tenía algo de ropa tendida. Sacó unos pantalones y una camisa a cuadros.

Con la ropa nueva fue a la carretera más cercana y esperó al primer vehículo que pase por ahí. Agatha se movía en piloto automático, como si estuviera programada para sobrevivir. La recogió un auto verde. El viaje fue corto. Agatha no lo notó porque se había quedado dormida al instante. El auto se detuvo cerca del edificio de apartamentos. Agatha le dio las gracias al conductor.

-          No fue nada.- respondió este.

Lo primero que hizo al llegar a su apartamento fue abrir la puerta, o mejor dicho pedirle al encargado que la abriera por ella. Lo segundo fue desmayarse dentro de la vivienda. Se quedó dormida al instante.

Agatha abrió los ojos y pegó semejante grito que hizo que Anthony perdiera el equilibrio del auto. Ambos sintieron como el auto ascendía unos milímetros del suelo. Anthony frenó con brusquedad. Estaba pálido.

- ¿Qué pasó?- preguntó Agatha sin percatarse que casi todo había sido su culpa.

- Esa pregunta debería hacértela yo. ¿Qué diablos te pasó? ¿Por qué gritaste de esa manera?

- Tuve una horrible pesadilla, Anthony.- dijo Agatha con una voz temblorosa.

- ¿Tienes idea de lo que acabas de ocasionar?- le preguntó Anthony.

Agatha levantó los hombros.

- Como te decía, ¿Recuerdas cuando…?

- Acabo de atropellar algo.- dijo un Anthony cada vez más desesperado. 

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